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13 sept 2012

Gálatas 2:15-16


Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores paganos.  Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Él y no por las obras de la ley; porque por éstas nadie será justificado.



Desde que nacimos, condicionaron nuestra conducta constantemente.  Nos hicieron entender que a toda causa le corresponde un efecto.  Si hacíamos la tarea, estudiábamos, nos portábamos bien y poníamos atención en clase, tendríamos buenas calificaciones en la boleta.  Algunos padres utilizan premios para motivar a sus hijos a obedecer o a esforzarse.  Posteriormente, cuando creces, te das cuenta que aquél que consiguió las mejores calificaciones es quien consigue una beca para estudiar la universidad.  No todos la consiguen sino los de mejor desempeño.  Así también cuando uno busca un trabajo.  Son muchos los que lo quieren y solamente los más calificados tendrán la oportunidad.  Esto no corresponde a nuestra época.  Siempre ha sido así.  Con diferentes escenarios pero las mismas costumbres: dar a aquél que lo merece.  Tiene mucho sentido ¿no lo crees?  ¿Por qué darle a quien no lo merece?  Si yo trabajo y me esfuerzo, por qué recompensar al que no hizo nada.  La verdad resulta complicado defender este punto.  ¿Por qué ayudar a aquél que decidió tirar su vida al alcohol o a algún otro vicio y hoy lo ha perdido todo?  Nosotros no nos dedicamos a ir de fiesta y vivir como si no hubiera mañana.  No gastamos ni despilfarramos lo que teníamos.  ¡Piénsalo!  ¿Por qué dar algo a quien no lo merece?  ¡No tiene sentido!
Definitivamente no tiene sentido porque la respuesta se llama amor.  Y no cualquier amor.  Amor “agape”.  El amor de Dios. Un amor que es incondicional.    El amor que todo lo puede, que no busca lo suyo, no tiene envidias, no guarda rencor, no se irrita,  todo lo soporta y no es contencioso.  Este amor vino a transformar al mundo.  Este amor vino a revolucionar nuestra forma de pensar y actuar.  Rompió con nuestros paradigmas.  Destruyó nuestras costumbres y nos mostró que hay un camino que tiene vida en abundancia mientras que hay otro vacío y oscuro.
Cristo vino a mostrarnos el amor de Dios.  No importa tu creencia.  No importa tus costumbres.  Hoy se te ofrece reconciliarte con Dios Padre a través del sacrificio de su Hijo.  Esto causó confusión entre los judíos pues estaban acostumbrados a que Dios solamente tenía comunión con ellos.  Pero Pablo entiende que esto va más allá.  No se trata de obras.  No se trata de costumbres.  No se trata de una cultura o forma de pensar.  Se trata de la justificación que llega por la fe en Jesucristo.  Un celoso de sus costumbres y de observar la ley entendió que sus obras no lo llevarían al cielo.  Entendió que no podía ser bueno en los estándares del Señor.  Entendió que solamente a través de su fe en Cristo podía ser reconciliado con Dios Padre. 
No merecemos este regalo.  No hemos hecho nada ni podemos hacer nada para merecerlo.  Pero Dios te ama tanto que no necesita que hagas nada más que confesar su Nombre y seguirlo.  Dios no es como tú o como yo.  Él no va a premiar a los mejores portados.  Él no está buscando a aquellos que hicieron cosas buenas.  Él está buscando a todos los que estamos sucios y enfermos.  A los abatidos.  A los tristes.  A los cansados.  A los que están solos.  A los que no tienen esperanza.  En otras palabras, Dios busca reconciliarse con todos aquellos que el mundo desprecia.  
La verdad es que todos necesitamos de Él pero solamente algunos lo reconocemos.  Hoy te animo a meditar sobre tu forma de pensar y tu comunión con Dios.  Piensa cuánto quieres imponer tus costumbres en tu vida espiritual.  Piensa si estás poniendo condiciones a los demás para amarlos.  La respuesta a mis preguntas es el amor de Dios.  Solamente por el amor de Cristo podemos ayudar, perdonar, amar y servir a quien no lo merece.  Y lo hacemos no porque nos condicionen a hacerlo sino porque entendemos que Dios hizo lo mismo por nosotros.  Nos amó, nos rescató y nos limpió sin merecerlo.  Solamente por tener fe en Él y abrazar su camino.  

Oración
Dios Padre: la gloria sea para ti.  Tu amor sobrepasa mi entendimiento.  Tu entrega va más allá de mis capacidades.  Aprendí que uno recibe lo que merece pero Tú me has extendido un amor que jamás podría merecer.  Gracias.  Ayúdame a llevar ese amor a más personas siendo un instrumento tuyo.  Gracias por no pedir nada a cambio.  Gracias por salvarme sin merecerlo.  Gracias por tu gracia y tu misericordia.  Ahora te pido que pueda ser como Tú y llevar bendiciones a los que me rodean.  Te lo pido en el nombre de mi Señor Jesús.  Amén 

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