Queridos
hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios; y todo
el que ama ha nacido de Él y lo conoce.
El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
Cada
vez que tengo la oportunidad de hablar acerca del amor, utilizo una canción que
cantaba José José que decía: el amor acaba.
¡Qué cierta frase! El amor acaba. ¿Cuántas canciones hablan sobre el
desamor? ¿Cuántas novelas? Peor aún, cuántos matrimonios se separan
porque “el amor acaba”. No. No soy un pesimista. Lo que trato de hacer claro cuando cito esa
canción y hablo acerca del “amor” es la enorme diferencia que existe entre lo
que la gente (el mundo) llama amor y lo que realmente es amor. Existen distintas palabras en el griego para
distinguir el amor. La palabra fileo,
habla de un amor fraternal o de amistad.
La palabra eros, de un amor pasional o de deseos. Por último está la palabra agape. Ésta habla de un amor incondicional. Un amor que no necesita recibir para seguir
existiendo. Un amor que no está
limitado. Un amor puro. Esta misma palabra es la que se utiliza para
describir a Dios. Dios es amor. Dios es agape. Por esta razón, la gente piensa que el amor
“acaba”. Porque el amor al que se
refieren es fileo o eros. ¡Es el único
amor que conocen! Tristemente tienen
razón. Ese amor acaba. Si alguien nos lastima, el amor fraternal
queda herido. Si alguien nos engaña, el
amor eros se termina. ¿Cómo hacer que el
amor no se termine con algo tan limitado?
¡Imposible! Por eso Dios nos
enseña lo que realmente es amor. Él es
amor. Aquél que le conoce, conoce el
amor. Aquél que le conoce puede
amar. ¿Y qué conocemos de Dios? Que nos ama incondicionalmente. Nos ama ilimitadamente. No nos ama esperando que nosotros hagamos
algo. De hecho, no puedes hacer nada
para que te ame más o te ame menos. ¡No
puede amarte más! No es como nosotros
que le “quitamos” y “ponemos” amor conforme nos dan o quitan. De esta manera es como Dios quiere que nos
amemos los unos a los otros. Entregando
sin esperar recibir.
Incondicionalmente. Soportando lo
que no queremos soportar. Perdonando lo
que no queremos perdonar. En otras
palabras: imitando el amor de Cristo para con los demás. ¡Ese es el amor que nos pide el Señor! No nos pide que amemos a los que nos caen
bien. No nos pide que amemos de manera
fileo o eros. No. Nos pide que amemos AGAPE. Ese amor es el que debe abundar en tu
vida. Y por consecuencia, quiere decir
que Dios abunda en tu vida. ¿Lo puedes
entender? Por esta razón Juan nos dice
que solamente aquellos que han nacido de Él y le conocen pueden amar. No hay amor sino aquel que proviene del
Padre. Así que, si te cuesta trabajo
amar a tu prójimo, si tienes problemas con tu pareja o cualquier otra situación
que involucre amor, abre tu corazón y tu mente al Señor y pide que te muestre
todo aquello que estorba para que puedas amar como Él quiere. Cristo te amó y se entregó por ti en la
cruz. Hoy quiere que hagas lo mismo por
tu prójimo. Ama sin restricción. Ama como Cristo te amó. Sí. No
es nada fácil. Pero es la mejor manera
de aprender a morir a nosotros y dejar que el Señor sea quien crezca y florezca
en nuestra vida.
Oración
Padre:
Gracias. No merezco tu amor. No merezco tu misericordia y tu gracia. Perdona mis pecados Padre. Hoy entiendo lo que realmente es el
amor. Tú eres amor. Tú eres la esencia misma del amor. Por eso nadie puede amar si no es a través de
Ti. Yo te pido que pueda imitar tu amor
y llevarlo a mi prójimo. Padre, te pido
que ni mi orgullo ni mi necedad te estorben para trabajar en mi corazón. Quiero vivir confiado en que tu camino es el
mejor camino. Lléname de tu amor y
permite que viva en él y conforme a él todos los días. En Cristo Jesús. Amén
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