Todo
el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios, y todo el que ama al
Padre, ama también a sus hijos. Así,
cuando amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, sabemos que amamos a los
hijos de Dios.
Lo
que Juan nos pide no es hipocresía. No
se trata de aparentar ni de ser amable con los demás. Nos pide que cumplamos los mandamientos de
Dios amando a sus hijos. ¿Esto quiere
decir que no puedo tener sentimientos encontrados? ¡Por supuesto que no! De hecho, te puedo asegurar, que si en tu
corazón está el amar a tu prójimo, debes prepararte para una serie de eventos
que te harán pensar dos o tres veces sobre esa decisión. Es normal que, cuando queremos que Dios
trabaje ciertas áreas de nuestra vida, Él utilice ciertas circunstancias para
mostrarnos lo que realmente hay en lo más profundo de nosotros aunque a veces
ni siquiera tiene que ir “tan” profundo.
No debe sorprenderte el hecho de sentir algún odio, rencor o coraje
contra alguien. No se trata de volvernos
personas sin sentimientos por llegar a ese amor del que Dios nos habla. Como dije al principio, no es vivir
hipócritamente. Todo lo contrario. Se trata de reconocer lo que hay en nuestro
corazón y abrirlo para que nuestro Dios se haga cargo. Si hay alguien que simplemente no puedes
tolerar por las razones que tú creas válidas y decides amar en obediencia a
Dios, no debes esperar que de un día a otro todo sea maravilloso. ¡Por supuesto que no! Lo que sí debes esperar es que cada vez que
en tu corazón comience a salir ese odio, coraje, rencor o cizaña contra esa
persona, te detengas y hagas una oración entregando al Señor todos esos
sentimientos que simplemente estorban en tu comunión con Él. Ahora debes entender que darle “rienda
suelta” a lo que antes considerabas útil, realmente no tiene sentido. Piénsalo.
¿De qué sirve almacenar todo ese odio?
¿Qué beneficio tiene la falta de perdón?
Es un proceso. Tal vez el primer
día no sea tan exitoso. No te
detengas. La entrega y obediencia al
Señor al amar a sus hijos es algo de toda la vida y no de unos días o unos
meses. Por esta razón Juan dedica tantos
versículos y capítulos a este tema. Es
sumamente profundo y de gran importancia para tu vida espiritual el entender este
principio. Recuerda, no se trata de
vivir falsamente y sonriendo a todos. Se
trata de reconocer y entregar esos sentimientos que no agradan al Señor y pedir
que sea Él quien los quite de tu vida. Pide
que quite el corazón de piedra y ponga uno de carne. Pide que te llene de amor para poder amar así
como Él te ama. Seamos honestos. Sin Dios es imposible hacer esto. Incluso con las personas que amamos es
complicado. ¡Cuánto más con las que
no! Sin embargo, el Señor nos pide
amor. Nos pide obediencia. Nos pide congruencia entre lo que decimos
creer y lo que hacemos. Así que, si
crees que Jesús es el Cristo, has nacido del Padre y te corresponde amar a sus
hijos como Él lo pide. No lo
pospongas. No creas que es fingir. Es un cambio interno entre Dios y tú. Es una decisión que nadie puede hacer por ti.
Oración
Padre
y Señor: confieso que Jesús es el Cristo y mi Salvador. Confieso que quiero obedecerte y te pido me
llenes de tu amor para poder amar a los demás.
Te pido que no haya hipocresía en mi vida y que cada instante me
recuerdes el entregarte los sentimientos que no te agradan. En Cristo Jesús te lo pido. Amén
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