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28 mar 2014

Hebreos 5:4-6

Nadie ocupa ese cargo por iniciativa propia; más bien, lo ocupa el que es llamado por Dios, como sucedió con Aarón.  Tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote sino que Dios le dijo: “Tú eres mi hijo; hoy mismo te he engendrado”  y en otro pasaje dice: “tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.” 



¿Qué nos quiere decir Dios en estos versículos?  Honestamente tuve que leerlos varias veces para poder entender.  Obviamente también oré previamente por sabiduría.  Finalmente creo que entendí lo que Dios quiere mostrarnos: sumisión.  La biblia nos dice que el Señor no se aferró a ser Dios y se hizo hombre.  Jesús siendo Dios al mismo tiempo, no decidió por sí mismo sino que siempre estuvo en línea con el Padre.  Obedeciendo y esperando a que Él diera la pauta en todo momento.  Por eso nos dice este pasaje que fue el mismo Dios quien le nombró sumo sacerdote.  No lo hizo él mismo (aunque lo hubiera podido hacer y ninguno le podría haber refutado).  Sin embargo, Jesús se mantuvo fiel y obediente.  No dejó que su orgullo surgiera y tomara decisiones.  Al contrario.  Tuvo dominio propio y esperó a que fuera Dios Padre quien decidiera cómo y cuándo sería llamado sumo sacerdote.  Además de haber recibido este nombramiento, aceptó todas las falsas acusaciones de los fariseos que buscaban matarle.  No dejó que su carne dominara en ningún momento para buscar venganza contra sus mentiras.  Tampoco cayó en sus enredos haciendo milagros para demostrar que realmente era Dios.  Él se mantuvo firme y fiel en todo momento y eso debemos hacer nosotros también.  Piénsalo.  ¿Para qué necesitaba Cristo confirmación de Dios Padre?  ¡Él ya era Dios!  ¡Él ya era el Unigénito!  ¿Qué más necesita para autonombrarse sacerdote?  ¡Nada!  Sin embargo no lo hizo.  El mismo hijo de Dios esperó a que Jehová le nombrara sumo sacerdote.  ¡Impresionante!  Mientras tanto, nosotros hacemos todo lo contrario.  Peleamos por reconocimiento.  Peleamos por poder.  Peleamos por fama.  Peleamos por respeto o temor de los demás.  ¿Qué estamos haciendo?  Te voy a decir que estamos haciendo: destruir nuestra vida.  ¡Eso es lo que estamos haciendo!  ¿No me crees?  Si estuviera equivocado no veríamos tantos suicidios y vidas destrozadas con personas que han alcanzado ese “éxito”.  ¿Por qué no son felices?  Porque, irónicamente, la felicidad está en la sumisión a Cristo como él se sujetó a Dios Padre.  Te lo repito: la felicidad no está en las cosas del mundo sino en la obediencia a Jehová.  ¡Ese es el ejemplo que dejó Jesús y eso es lo que nos está diciendo en estos versículos!  No importa que haya sido Dios, simplemente se humilló y obedeció al Padre.  ¡Hagamos lo mismo!  Dejemos nuestra soberbia a un lado pues no ha traído nada bueno y tomemos la cruz de Cristo buscando su reino en todo momento.  Te animo a que medites cómo puedes poner esto en práctica.  ¿En qué crees que no estás obedeciendo o no te estás sujetando a Dios?  Piénsalo y sobre todo, pide a Dios para que cambie tu vida y sigas el ejemplo de Jesús.

Oración

Señor: perdóname.  He sido soberbio y no he querido entregarte mi vida entera.  Hoy entiendo que Jesús siguió en obediencia a Ti siendo Dios mismo y yo debo hacer lo mismo.  Entiendo que la felicidad y la vida plena está en Ti y solamente en Ti.  Te pido que pueda tener vida abundante y disfrutar en todo momento al obedecerte y seguir tus pasos.  Dame sabiduría y humildad para entender qué quieres cambiar de mi.

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