Nadie ocupa ese cargo
por iniciativa propia; más bien, lo ocupa el que es llamado por Dios, como
sucedió con Aarón. Tampoco Cristo se
glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote sino que Dios le dijo: “Tú eres
mi hijo; hoy mismo te he engendrado” y
en otro pasaje dice: “tú eres sacerdote para siempre, según el orden de
Melquisedec.”
¿Qué nos quiere decir
Dios en estos versículos? Honestamente
tuve que leerlos varias veces para poder entender. Obviamente también oré previamente por
sabiduría. Finalmente creo que entendí
lo que Dios quiere mostrarnos: sumisión.
La biblia nos dice que el Señor no se aferró a ser Dios y se hizo
hombre. Jesús siendo Dios al mismo
tiempo, no decidió por sí mismo sino que siempre estuvo en línea con el
Padre. Obedeciendo y esperando a que Él
diera la pauta en todo momento. Por eso
nos dice este pasaje que fue el mismo Dios quien le nombró sumo sacerdote. No lo hizo él mismo (aunque lo hubiera podido
hacer y ninguno le podría haber refutado).
Sin embargo, Jesús se mantuvo fiel y obediente. No dejó que su orgullo surgiera y tomara
decisiones. Al contrario. Tuvo dominio propio y esperó a que fuera Dios
Padre quien decidiera cómo y cuándo sería llamado sumo sacerdote. Además de haber recibido este nombramiento,
aceptó todas las falsas acusaciones de los fariseos que buscaban matarle. No dejó que su carne dominara en ningún
momento para buscar venganza contra sus mentiras. Tampoco cayó en sus enredos haciendo milagros
para demostrar que realmente era Dios.
Él se mantuvo firme y fiel en todo momento y eso debemos hacer nosotros
también. Piénsalo. ¿Para qué necesitaba Cristo confirmación de
Dios Padre? ¡Él ya era Dios! ¡Él ya era el Unigénito! ¿Qué más necesita para autonombrarse
sacerdote? ¡Nada! Sin embargo no lo hizo. El mismo hijo de Dios esperó a que Jehová le
nombrara sumo sacerdote.
¡Impresionante! Mientras tanto,
nosotros hacemos todo lo contrario.
Peleamos por reconocimiento.
Peleamos por poder. Peleamos por
fama. Peleamos por respeto o temor de
los demás. ¿Qué estamos haciendo? Te voy a decir que estamos haciendo: destruir
nuestra vida. ¡Eso es lo que estamos
haciendo! ¿No me crees? Si estuviera equivocado no veríamos tantos
suicidios y vidas destrozadas con personas que han alcanzado ese “éxito”. ¿Por qué no son felices? Porque, irónicamente, la felicidad está en la
sumisión a Cristo como él se sujetó a Dios Padre. Te lo repito: la felicidad no está en las
cosas del mundo sino en la obediencia a Jehová.
¡Ese es el ejemplo que dejó Jesús y eso es lo que nos está diciendo en
estos versículos! No importa que haya
sido Dios, simplemente se humilló y obedeció al Padre. ¡Hagamos lo mismo! Dejemos nuestra soberbia a un lado pues no ha
traído nada bueno y tomemos la cruz de Cristo buscando su reino en todo
momento. Te animo a que medites cómo
puedes poner esto en práctica. ¿En qué
crees que no estás obedeciendo o no te estás sujetando a Dios? Piénsalo y sobre todo, pide a Dios para que
cambie tu vida y sigas el ejemplo de Jesús.
Oración
Señor: perdóname. He sido soberbio y no he querido entregarte
mi vida entera. Hoy entiendo que Jesús siguió
en obediencia a Ti siendo Dios mismo y yo debo hacer lo mismo. Entiendo que la felicidad y la vida plena
está en Ti y solamente en Ti. Te pido
que pueda tener vida abundante y disfrutar en todo momento al obedecerte y
seguir tus pasos. Dame sabiduría y
humildad para entender qué quieres cambiar de mi.
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