Pues, ciertamente, no
vino en auxilio de los ángeles sino de los descendientes de Abraham. Por eso era preciso que en todo se asemejara
a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de
Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo.
Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son
tentados.
Seguir a Jesús no es
nada fácil. Creo que es probablemente lo
más difícil que uno puede hacer. Sin
embargo, es continuamente gratificante hacerlo.
Obedecer. Estudiar su
palabra. Entregar mi vida. Aprender a morir a mi mismo y dejar que Él
crezca y reine. Cada una de estas
experiencias, aunque contrarias a mis pensamientos, son de gozo y crecimiento
inigualable. ¿Cómo pensar que aquello
que supuestamente te restringe termina liberándote? Pues así es nuestro Dios. Y vino a este mundo para auxiliarnos. No a los ángeles. No a los animales ni a las plantas. A los humanos. A todos aquellos que aceptamos su
nombre. Pero no termina ahí. Su auxilio está basado en la entrega de su
vida por ti y por mí. ¡Aquí es donde se
complica el seguirle! Él quiere que
hagamos lo mismo por nuestro prójimo y en especial por nuestros hermanos. ¿Cuál es el parámetro? Cristo.
¿Qué debemos hacer? Dejar de
pensar tanto en nosotros, en lo que queremos, en lo que no tenemos, en lo que
nos gustaría, en aquello que no nos gusta y así la lista se vuelve
infinita. Debemos comenzar a poner
nuestra mirada en aquél que vino de lo alto para hacerse como nosotros y darnos
la oportunidad de tener vida en abundancia.
Observar sus pasos y entender qué realmente tiene valor. Mientras nosotros queremos riquezas, Él nos
enseñó a abrir una cuenta de banco en el cielo.
Mientras nos preocupamos por qué comeremos o vestiremos él nos recuerda
que así como tiene cuidado de su creación, tiene un especial cuidado de
nosotros. Mientras nos angustiamos y nos
sentimos atrapados por situaciones que están fuera de nuestro control, Él nos
recuerda que vino, murió y venció a la muerte.
¡La muerte misma no pudo contra Él!
Si Él es con nosotros, ¿quién contra nosotros?
Cristo vino a sufrir
por nosotros. Piénsalo. No la pasó muy bien. Sin embargo lo hizo. Se entregó.
Obedeció al Padre. Permaneció en
Él. Dejó todo para que la voluntad del
Padre fuera su voluntad. ¿Y tú dónde
estás? Si Cristo es tu Señor, debes
estar imitando estos mismos pasos. Él
vino a auxiliarte y sacarte de la esclavitud al pecado y a la muerte. Ahora ¿qué estás haciendo? Él vino a soportar las tentaciones y hacerse
sumo sacerdote de los que le seguimos.
¿Tú que estás haciendo? Por eso
empecé diciendo lo difícil que es seguirle como realmente nos lo pide. Hay que dejar la doble vida y tener
congruencia entre lo que hacemos y decimos creer. Dejemos de estar dando vueltas y posponiendo
nuestra entrega al Señor.
Oración
Padre: gracias. Mandaste a Jesús en mi auxilio sin yo merecerlo. Gracias por ser fiel, misericordioso y
socorrerme en las tentaciones. Yo te
entrego mi vida. Sin restricciones. Quiero que reines y que tus pensamientos y
deseos sean los míos. Te pido que pueda
imitar a Jesús en todo lo que haga y mi vida sea de servicio a Ti. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
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