Ciertamente, la palabra
de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos
filos. Penetra hasta lo más profundo del
alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y
las intenciones del corazón. Ninguna
cosa creada escapa a la vista de Dios.
Todo está descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de
rendir cuentas.
Génesis 3:9-10 dice: mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo:
¿Dónde estás tú? Y él respondió: oí tu
voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. ¡Esa es el poder que tiene la palabra de
Dios! Nos descubre de pies a
cabeza. No hay absolutamente nada que le
podamos esconder. Entra a lo más
profundo de nosotros. Por más que
intentes endurecerte, su palabra derrumba las barreras que has intentado poner
como si fueran nubes y las atraviesa sin ningún problema. Gracias a Dios he tenido la enorme bendición
de compartir su palabra con otras personas.
Con cada una de ellas he podido percibir la misma mirada. Es una especie de click. Puedo decir que es que “les cae el 20” o que
por fin entendieron el mensaje. Puedo
ver perfectamente cómo las palabras de Dios penetraron hasta lo más profundo de
sus corazones. A veces lloran. A veces sus ojos simplemente se quedan
rojos. Pero todos comparten esa misma
mirada. Una mirada de cansancio y al
mismo tiempo de esperanza al querer empezar de nuevo y dejar que Dios se haga
cargo de todas esas cadenas que han venido arrastrando por tanto tiempo. Esperanza nueva por hacer las cosas
correctamente y dejar de cometer error tras error destruyendo más y más su
vida. Es un gozo recibir correos
electrónicos o comentarios en el blog diciendo que el devocional de ese día les
ayudó a la situación específica que estaban atravesando. ¿Conozco lo que están viviendo? ¡Por supuesto que no! Muchos ni siquiera conozco
personalmente. Pero Dios sí los conoce y
quiere que ellos regresen a casa. Quiere
que sepan que Él espera con los brazos abiertos. El perdón está en la puerta y no tiene una
vara para castigarnos por todo el mal que hemos hecho. Si piensas lo contrario quiere decir que
Satanás se ha colado en tus pensamientos y ha logrado acabarte y
aplastarte. Pero Dios trae luz a tu
oscuridad. Trae vida a tu muerte.
Adán respondió: escuché
tu voz y tuve miedo porque estaba desnudo.
Hoy en día respondemos: escuché tu voz y tuve miedo por todo mi
pecado. Preferimos huir. Preferimos posponer nuestra reconciliación
con Él. Sabes, Satanás utiliza dos
técnicas que funcionan de maravilla. La
primera la mencioné en el párrafo anterior.
Te acusa. Te hace sentir que no
vales y no mereces perdón. La segunda es
todavía más poderosa. Te hace pensar que
puedes decidir después. Así como le dijo
a Eva, ciertamente no morirás y la convenció, así nos confunde hoy en día
diciendo: después puedes hacer caso a lo que escuchas hoy. Todavía no tocas fondo. Intenta un poco más en tus fuerzas. ¿Te suena familiar? Sin embargo, la palabra que se te compartió
ya hizo esa “herida” al entrar a lo más profundo de tu corazón. ¿Qué le vas a contestar a Jehová el día de
hoy? ¿Seguirás luchando? ¿Te rendirás y dejarás que ahora Él
guíe? Espero que no tengas que caer
demasiado para darte cuenta que estás por el camino equivocado. Espero seas sensible y no tengas que darte
golpes muy duros para abrir los ojos y ver cuánto estás destruyendo tu vida por
ir en contra de lo que Dios quiere. Mejor
dile al Señor la siguiente oración:
Padre: Perdóname. Sé que no merezco tu perdón y te doy gracias
por esa gracia tan grande e incomprensible.
No quiero que pase más tiempo sin que tomes las riendas de mi vida y
corrijas mi camino. He causado mucha
destrucción por seguir mis instintos y mis deseos y no quiero continuar
así. Señor, tu palabra entró a lo más
profundo de mí y te pido que abras mi corazón y saques todo aquello que no es
agradable a Ti. Gracias por amarme sin
merecerlo y por mandar a Jesús a morir por mí.
Gracias en el nombre de Jesús. Amén
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