Yo le he dicho al Señor: Mi Señor eres Tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno.
Uno puede pensar que su
esfuerzo, sabiduría, relaciones, habilidades o cualquier otra virtud le dieron
el medio para lograr algo. Nada cae del
cielo ¿cierto? Pero, ¿acaso decidimos
cuándo tener salud y cuándo no? ¿Acaso
escogimos dónde nacer? ¿Decidimos qué
tan inteligentes somos? ¡Ni siquiera
pudimos decidir en nuestra personalidad o carácter! La verdad es que todo nos ha sido dado. Sí, tu esfuerzo y dedicación te pueden llevar
muy lejos pero no más allá de donde Dios decida. ¿Cuántas veces te has esforzado con todo tu
corazón y tu mente para darte cuenta que no hay forma de que las cosas
cambien? Son lecciones de vida. Dice la gente. No. Es
disciplina del Señor. Nos está “jalando”
las orejas porque nuestra soberbia nos está nublando la vista. ¡Qué fácil es creer que uno merece algo! ¡Qué sencillo caer en el orgullo y pensar que
uno puede exigir! Sin embargo, si
alguien pudo haber exigido es Cristo y lo único que hizo, una y otra vez, fue
servir. Reconocer que todo le fue dado
por el Padre y hacer su voluntad por encima de la suya.
Tal vez no estés de acuerdo
con lo que dice el Salmo. Tal vez
pienses que sin Dios puedes poseer algún bien.
Lo que yo puedo decirte es que tarde o temprano, el Señor te enfrentará. Te mostrará cómo tu mundo se desvanece en un
segundo y todo lo que considerabas tuyo puedes perderlo en un abrir y cerrar de
ojos.
No tiene sentido pelear
contra Dios. No tiene sentido querer que
nuestra soberbia le gane al Creador. En el
libro de Génesis capítulo 1 nos dice que se nos dieron las semillas, los
frutos, los animales y todo para alimentarnos.
Seamos humildes. Reconozcamos que
todo lo que poseemos le pertenece al Señor.
Reconozcamos que es su gracia la que nos da y no nuestro gran esfuerzo
ni sabiduría. Estoy convencido que al
cambiar esta perspectiva en tu vida, disfrutarás más las cosas pues estarás
constantemente agradeciendo lo que hoy el Señor te ha dado en lugar de estar
pensando en lo que te falta por conseguir.
Oración
Padre: humilla mi corazón y
quita todo aquello que te estorba para que mi vida espiritual crezca. Gracias por darme lo que tengo y no permitas
que la envidia me impida ver tus bendiciones.
Te lo pido en Cristo Jesús. Amén
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