El malvado levanta
insolente la nariz, y no da lugar a Dios en sus pensamientos. Todas sus empresas son siempre exitosas; tan
altos y alejados de él están tus juicios que se burla de todos sus
enemigos. Y se dice a sí mismo: nada me hará caer. Siempre seré feliz. Nunca tendré problemas.
En las películas de
Hollywood, siempre ganan los buenos.
Claro que hay personajes malos y que causan daño pero nunca pueden
hacerle frente a aquél que vela por los principios correctos y que quiere hacer
justicia. Por más ridículo que sea el
desenlace, siempre ganan los “buenos”.
Sin embargo, salimos a la vida real y no vemos que suceda lo mismo. Al contrario.
Vemos personas enriqueciéndose con secuestros, robos y extorciones. Vemos quienes hacen fraudes y toman ventaja
de alguien más que les ha dado su confianza.
Vemos a quienes aplastan al indefenso con tal de seguir con sus ambiciones. Todo esto no es justo. No está bien que pasen estas cosas. ¿Por qué lo permite Dios? ¿Dónde está Dios en todo esto? Primero que nada, debes entender que Él tiene
conocimiento pleno de lo que está pasando.
Tan es así, que en el pasaje de hoy, nos da un ejemplo que lo vemos
claramente por todos lados. Él sabe de
lo que somos capaces cuando hacemos nuestra propia voluntad. Sabe perfectamente lo que nuestra carne puede
hacer cuando damos rienda suelta. Así
que no debemos sorprendernos de que existan este tipo de personas y
hechos. Lee nuevamente el pasaje y pon
atención a la descripción que hace Dios de estas personas. ¡Hay mucha gente allá afuera con estas
características! Peor aún. Hay gente que anhela ser así. Si Dios permite que estas personas se
levanten un día más es por el mismo motivo que tú y yo nos levantamos también:
gracia y misericordia. En lugar de
criticar a aquellos que se comportan así, debemos orar por ellos. Debemos tener misericordia a pesar de sus
groserías y fallas. ¿Por qué? Porque Dios lo hace contigo todos los días y
quiere que hagamos lo mismo con nuestro prójimo. No merecen que lo hagamos, sin embargo,
nosotros tampoco merecemos lo que Cristo hace por nosotros y aún así lo hace
todo el tiempo. Estoy seguro que conoces
a alguien con las características que describe el pasaje de hoy. Espero que, en lugar de criticarlo o
juzgarlo, ahora empieces a orar por él y a amarle como el Señor te pide que lo
ames.
Oración
Padre: perdóname. Hoy entiendo que no merezco lo que has hecho
por mí y que debo hacer lo mismo con los demás.
Gracias por enseñarme a humillarme y dejar que Tú reines en mi vida. Te pido que aplastes mi orgullo y tu amor sea
lo que brille en mis días. Te pido que
pueda aprender a imitarte sin importar que parezca injusto o que la gente no lo
merezca. Te pido que me des
entendimiento para poder hacer tu voluntad convencido que es lo mejor. En el nombre de Jesús. Amén.
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