Engrandécete,
oh Jehová, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu poderío.
El día
de hoy, mientras paseaba a mi perro, pasó un coche que me llamó mucho la
atención y me fijé en la persona que lo estaba manejando. Pensé por un momento en lo exitoso que debía
ser para tener ese coche. ¿Sabes? Lo que tenemos habla mucho de quiénes
somos. Las personas que logran tener
mucho éxito económicamente, viven en lugares privilegiados y realizan
actividades distintas a los que no tienen los mismos recursos. De cierta manera, podemos decir que su
patrimonio: crece o se engrandece. El
pasaje de hoy es muy claro: Señor, engrandécete en tu poder mientras yo te
alabo. El mensaje que manda la cultura
pareciera similar pero es sumamente distinto: engrandécete y alábate. Satanás quiere hacernos pensar que Dios juega
un papel en nuestra vida pero no es principal.
Nos hace pensar que nosotros somos realmente quienes decidimos y que
nuestro esfuerzo es el camino a alcanzar lo que deseamos. Un mensaje enfocado en mí, luego en mí y por
último en mí. ¿El mensaje de la
biblia? Primero Dios Padre, luego Dios
Hijo y por último Dios Espíritu Santo. Todos
en una trinidad perfecta. Engrandécete
Jehová, dice el salmista. ¿Tú que le
dices a Dios? ¿De esto me encargo yo o
toma control pleno de mi vida?
¿Engrandécete en mis problemas pero déjame llevar mi vida a mi
manera? ¿Te alabo cuando todo está bien
y te reclamo cuando las cosas no son como me gustaría? Juan el bautista dice: es necesario que
Cristo crezca y que yo mengüe. ¡Hermosas
palabras! Cuando el salmo dice: engrandécete
Jehová, implica que yo me hago chico.
¿Lo puedes entender? Es extremadamente
profundo. Piensa por un momento que
estás en una excursión por una ciudad en la que no entiendes el idioma y no
conoces sus calles. Sería muy fácil
reconocer la necesidad de un guía. Escucharías
sus instrucciones y harías caso de ellas.
Dejarías que hablara por ti e intercediera para pedir lo que
necesitas. Estoy seguro que en ningún
momento pensarías en mejor tomar tus propias decisiones y caminar sin saber a
dónde te diriges. Pues con Dios pasa
algo similar. Cada vez que permites que
él crezca, estás dejando que dirija tu vida por terrenos desconocidos. Enfermedades.
Enojos. Rencores. Angustias.
Todos estos terrenos los navegas a través de Su palabra y Su
perspectiva. Confías en él y dejas que
él guíe en todo momento. Él crece y tu
eres bendecido al hacerte pequeño pues las bendiciones no dejan de fluir. Por el contrario, cuando decides que te
gustaría crecer en algunas áreas y no entregárselas al Señor, las cosas no
fluyen. No hay la misma paz. No hay el mismo gozo. No hay las mismas bendiciones. Dios no quiere esto. Claramente nos dice que seamos fríos o
calientes pero no tibios. O le
entregamos nuestra vida o simplemente no quiere que estemos vagando diciendo
que le amamos cuando realmente no le obedecemos. El versículo de hoy nos recuerda lo
importante que es dejar que él crezca y dirija nuestras vidas. Satanás nos intenta convencer de lo
contrario. Examina tu vida y date cuenta
de dónde estás parado. ¿Quién está
creciendo? ¿Quién está guiando?
Oración
Padre:
toma el control de mi vida. Guíame. Muéstrame tu camino. Quiero que tú crezcas y yo te alabe en todo
momento. Perdona mis pecados mi Dios y
no permitas que mi orgullo estorbe en mi comunión contigo. Dame entendimiento y abre mis ojos para darme
cuenta de todo lo que quieres que cambie.
Gracias por tu amor y por permitirme tener comunión contigo. Gracias en Cristo Jesús. Amén.
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