Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
¿Por qué estás tan lejos de mis salvación y de las palabras de mi
clamor? Dios mío, clamo de día y no
respondes y de noche y no hay para mí reposo.
Sin
duda alguna tenemos que hacer una referencia a la crucifixión de Cristo. Las mismas palabras son utilizadas por
David. Pudiera ser una profecía de lo
que vendría y al mismo tiempo nos sirve para entender cómo los sentimientos
juegan un papel sumamente importante en nuestro crecimiento espiritual. Sabemos que Dios no nos abandona ni desampara
sin embargo, cuántas veces te has sentido tan vulnerable que pareciera que no
está cerca o que ha dejado de escuchar tus oraciones. El mismo Cristo podría haber pensado lo mismo
la noche antes de su via crucis. Sabía perfectamente la importancia de la
oración y no dejó de hacerlo. Clamó al
Padre. Una y otra vez. Sus sentimientos salían fácilmente como el
vapor sube al cielo. A pesar de su
firmeza y constancia en oración, fue llevado a la cruz. ¿Qué sucedió?
¿Dios lo abandonó? ¿Pudiera
abandonarme a mí también? Lo que sucedió
es el mejor ejemplo que tenemos para llevar nuestra vida. Cristo oró al Padre y posteriormente confió
en los planes de él y no en los suyos. Entregó
su vida a la voluntad del Padre, confiando en que su plan es perfecto y el
dolor físico no se compara con la gloria espiritual. ¿Sabes?
Tus pruebas las puedes hacer tan carnales o espirituales como tú
quieras. Por ejemplo: si estás buscando
un trabajo, podrías pensar que la prueba está en encontrar uno y buscar
colocarte de la mejor manera. Por otro
lado, podrías buscar crecer en tu fe y confianza en el Señor y vivir en paz
sabiendo que él abre los caminos que serán lo mejor para ti. Podrías pasar los días buscando una solución
para encontrar tu trabajo o pasarlos orando y buscando constantemente al Señor
para no olvidar que en él confías y en él descansas. ¿Lo puedes ver? Cristo podía haber estado preocupado por su
prueba carnal: el sufrimiento físico que vendría. Sin embargo, estuvo más preocupado por
cumplir con la prueba espiritual: pagar por nuestros pecados. Cuando leemos las palabras de David o de
Cristo: por qué me has desamparado, no debemos pensar que Dios dejó de
estar. ¡Es imposible! Tampoco podemos pensar que dejó de
amarle. ¡También resulta imposible! Nosotros, en nuestra carne, sentimos esa
separación por culpa del pecado, sin embargo, Dios no puede abandonarnos. Su promesa es muy clara. Todos los que somos hijos suyos, iremos a su
presencia. No nos abandonará. Mejor aún, no te ha abandonado. Independientemente que te sientas alejado, él
está ahí y no se ha movido. Mas bien, tú
necesitas meditar y entender si tu prueba la estás viendo por el lado carnal en
lugar del espiritual. Tal vez estás
clamando pensando que las cosas deberían ser distintas cuando lo que debe de
cambiar es tu actitud hacia ellas. Pregúntate
qué quiere enseñarte Dios con lo que está sucediendo. ¿Qué debes cambiar de tu personalidad? ¿Qué área debes entregar? Los sentimientos nos muestran dónde está
nuestra fe. Pase lo que pase, no dejes
de orar. No te apartes de la palabra de
Dios. No dejes que tu carne te
confunda. Dios no te ha abandonado y no
te dejará ni un instante pues su te ama y quiere siempre lo mejor para ti.
Oración
Padre:
sé que me amas pero en ocasiones es difícil entender lo que pasa. Yo quiero seguirte y vivir agradecido con lo
que decidas que venga a mi vida. Gracias
por no abandonarme y por recordarme que siempre estás ahí. Te pido que se haga tu voluntad y crezca
espiritualmente. Te lo pido en el nombre
de Jesús. Amén
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