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31 may 2016

Salmos 26:8-10 Señor, yo amo la casa en donde vives, el lugar donde reside tu gloria. En la muerte no me incluyas entre pecadores y asesinos, entre gente que tiene las manos llenas de artimañas y sobornos.

No podemos negar que en el mundo hay mal.  ¿Cómo evitarlo si el pecado nos ha separado de Dios?  Solamente entendiendo el principio del mal, del pecado de nuestra naturaleza caída que podemos entender la necesidad que tenemos de Cristo para ser perdonados.  Hay gente que sabe que hay mal allá afuera pero piensan que ellos están bien porque: no han matado a nadie, tratan de portarse bien y ayudar a su prójimo y en general no hacer nada que sea muy malo (basado en su propio criterio).  Pero Dios no funciona así.  No nos deja esa discrecionalidad.  Él ha establecido los principios.  Él ha establecido las formas.  Desde Génesis se nos explica la consecuencia del pecado y Dios mata al primer animal para cubrir a Adán y a Eva de ese pecado.  El devocional de hoy nos habla de esa dicotomía.  La casa del Señor que representa la santidad que alcanzamos a través de la redención en Cristo y por el otro lado, el mundo en el que vivimos lleno de pecadores, asesinos y gente que vive con sobornos y artimañas.  Constantemente tenemos que tomar decisiones que están a favor de Dios o en su contra.  Dicho de otra manera: decisiones que están a favor de este mundo caído o en su contra.  David nos dice: yo amo la casa donde vives y reside tu gloria; no me incluyas con los pecadores.  Él entendió esa diferencia entre aquellos que quieren estar con Dios en sus términos y en sus lineamientos de los que quieren tener un dios conforme a lo que ellos quieren.  Claramente Dios nos dice que todos somos pecadores y necesitamos ser perdonados a través del sacrificio de Cristo.  David entendió su condición de pecador y prefirió buscar al Señor y permanecer en Él.  ¿Qué vas a decidir tú?  ¿Quieres seguir pensando que no estás tan mal?  ¿Quieres seguir pensando que puedes acomodar a Dios a tu antojo?
El versículo de hoy también nos enseña algo muy importante: en el mundo hay gente que no busca las cosas de Dios y por consecuencia termina cometiendo actos abominables.  Asesinan.  Engañan.  Sobornan.  No te sorprendas de encontrarte gente así.  Al contrario.  Debes entender tu responsabilidad y orar por ellos así como buscar la manera de compartir a Cristo en sus vidas.  Si tu puedes ver sus pecados y vivir diferente es por la misericordia de Dios así que, no pienses que eres mejor que ellos y comparte esa gracia que tuvo Jehová contigo y busca que ellos puedan salir de la oscuridad viniendo a la luz del Señor.
Por último, si eres un hijo de Dios, medita en tus acciones.  ¿Hablan de tu relación con Él?  No basta pensar que somos “buenos”.  El pecado está en todos nosotros y solamente Cristo nos puede liberar de él.

Oración

Padre: perdóname.  Muchas veces tomo decisiones que van en contra de tu voluntad y no quiero seguir así.  Hoy quiero que mis acciones busquen tu gloria y estar en tu presencia.  Permite que mi vida sea un ejemplo de tu gran amor y misericordia y no dejes que critique ni juzgue sino ame y extienda tu amor.  En Cristo Jesús.  Amén.

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