Entonces la gente, visto lo que Pablo había hecho,
alzó la voz diciendo en lengua licaónica: dioses bajo la semejanza de hombres
han descendido a nosotros. Y a Bernabé
llamaban Júpiter y a Pablo, Mercurio porque éste llevaba la palabra. Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba
frente a la ciudad, trajo oros y guirnaldas delante de las puertas, y
juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios.
¿Cómo se les pudo haber ocurrido que eran dioses? ¿Qué no habían escuchado que estaban hablando
de Jesús y de Jehová? Creo que a veces
la gente solamente escucha lo que quiere escuchar y ve lo que quiere ver. En esta ocasión se enfocaron en el milagro y
se olvidaron de lo que habían escuchado.
Seguramente son Júpiter y Mercurio. Dijeron.
Todo esto pasa por una sencilla razón. De la abundancia del corazón habla la boca
(Lc 6:45). Lo que esa sociedad tenía en
sus corazones era adoración a cualquier dios que le pusieran enfrente. Si les decían izquierda o derecha les daba lo
mismo. Simplemente irían. Hoy en día nos pasa algo similar. Estamos tan metidos en nuestras vidas que no
entendemos lo que está pasando ni lo que Dios nos está mostrando. Hemos llenado nuestro corazón de todo menos de
la palabra del Señor. Guardamos corajes,
rencores, odios, orgullo, celos, envidias, críticas, juicios y señalamientos, hipocresías
y de esta manera nuestro corazón ha quedado totalmente invadido. Se nos promueve amar la fama, el dinero, el poder,
el desarrollo profesional, etc. y así le damos la espalda al evangelio de Cristo.
Ocurren milagros que no podemos explicar
y en lugar de darle la gloria a Dios, cambiamos la dirección del milagro y
pensamos en que la “buena vibra” o la “madre naturaleza” o los “chacras” o “la
ley de la atracción” y cantidad de pensamientos que hay, fueron los
responsables. La realidad es que Dios
fue, es y será el autor de lo que sucede.
Pero si en nuestro corazón no damos espacio para escuchar de su palabra,
nunca podremos entenderlo.
La sociedad confundió a los discípulos con dioses. Incluso el mismo sacerdote de Júpiter decide ir
y hacer sacrificios en su nombre. ¡Qué ironía!
Tristemente, hoy en día tenemos a muchas
personas igual de perdidas. No estoy juzgando
ni diciendo que somos mejores por seguir a Cristo. Al contrario. Siendo honestos, la gloria es para Dios pues nos
rescató sin merecerlo. Lo que busco es recordar
que nosotros también estábamos perdidos y que de no ser por Su misericordia podríamos
estar envueltos en “las mil y un religiones”. Hay gente a tu alrededor que no conoce a Jesús.
Hay gente a tu alrededor que necesita que
Dios transforme sus vidas. ¿Qué estás esperando
para dar testimonio de que Jesús renueva vidas?
Oración
Señor: definitivamente en mi corazón hay abundancia de
todo menos de Ti y no quiero seguir así. Te pido perdones mis pecados y limpies mi corazón
para llenarlo ahora de tu amor, tu paz, tu gracia y tu misericordia. Quiero aprender de Ti y caminar en tu palabra.
Te agradezco por mostrarme que mi corazón
necesitaba ser transformado. Gracias en el
nombre de Jesús. Amén
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