En eso llegaron de Antioquía y de Iconio unos judíos
que hicieron cambiar de parecer a la multitud.
Apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, creyendo que
estaba muerto. Pero cuando lo rodearon
los discípulos, él se levantó y volvió a entrar en la ciudad. Al día siguiente, partió para Derbe en
compañía de Bernabé.
Y yo me quejo de lo que me pasa día a día… Definitivamente no sabemos lo que tenemos hasta
que lo hemos perdido. ¡Qué fácil es olvidarnos
que abrimos los ojos por la misericordia de Dios! Es necesario que aprendamos a vivir agradecidos
sin tener que llegar a estos extremos.
Personalmente se me facilita envolverme en mi trabajo y mi “éxito”
laboral y concentrarme más en las metas profesionales que en las
espirituales. Escribí éxito entre
comillas porque cada vez me surgen más y más dudas con respecto a lo que
significa tener éxito o ser exitoso pero eso lo hablaremos en otra ocasión.
Pablo estaba predicando. Trataba de convencer junto con Bernabé a los
licaónicos que no eran dioses sino humanos como ellos. No buscaba la gloria para él sino para el
Señor. Un día, aquellos que lo habían
perseguido en Antioquía e Iconio vuelven a aparecer en la escena y continúan
alborotando al pueblo en su contra. Lo
apedrean y dejan de hacerlo porque pensaron que estaba muerto. ¿Qué podemos pensar de todo esto? ¿El que hace bien recibe una golpiza? ¿Los malos siempre ganan? Honestamente, a veces parece que así
funciona. Aquellos que se aprovechan,
que tranzan, que mienten, que engañan salen adelante y el indefenso queda a la
deriva. Déjame decirte algo, el que sigue
a Cristo no es el pequeño e indefenso sino al contrario, somos victoriosos en Él.
Hemos recibido corona de justicia e incorruptible
(1Cor 9:25, 2Tim 4:8). Tenemos el derecho
de ser llamados sus hijos, linaje y pueblo escogido. Si Él es con nosotros ¿quién contra nosotros? ¿Lo puedes ver? Si nos dejamos llevar por lo que vemos y escuchamos,
por todo aquello a lo que estamos acostumbrados, fácilmente nos perdemos. Pero cuando acudimos a la palabra de Dios y ponemos
atención al cuidado tan especial que tiene de nosotros nos regocijamos y alabamos
al Señor. Ahí
está Pablo. Tirado. Casi muerto.
Con momentos como éste, pienso en Juan 3:30 cuando dice que es necesario
que Dios crezca y nosotros disminuyamos (mengüemos). ¡Definitivamente Pablo no estaba creciendo
con todo lo que le estaba pasando! Cuando
atravesamos situaciones difíciles, que parecen imposibles, Dios está acabando
con nuestro orgullo y preparando el terreno para poder comenzar a construir. No podemos renovar nuestro corazón y
pensamientos partiendo de lo que hemos aprendido y guardado. Debemos comenzar de cero. Todas esas mañas que has ido desarrollando,
todo ese “colmillo” que presumes, a Dios le estorba y es necesario removerlo.
Oración
Señor: gracias por enseñarme que para ser renovado, debes
remover todo aquello de mi vida que te estorba. Entiendo que mi orgullo es uno de los principales
estorbos y te pido que me enseñes a ser humilde y agradecido dejándote la gloria
siempre a Ti. Perdona que cuestione lo que
me sucede y me queje tanto. Quiero vivir
dándote gracias sin importar mi situación. En Cristo Jesús. Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario