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26 ago 2019

1ª Corintios 2:12-13 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.

El propósito de escribir estos mensajes siempre ha sido muy clara y simple: Dar gloria a Dios.  Tiene ya más de 10 años que escribo y hasta el momento nunca he recibido ninguna compensación económica.  De hecho, el blog tiene ya miles de visitas al mes y he pensado en tratar de monetizar ese flujo y donar las posibles ganancias a alguna iglesia o causa que esté alineada con el principio ya mencionado.  Te platico esto, porque antes de empezar a escribir, me puse a revisar los comentarios que la gente ha escrito.  Lo que más me sorprendió y de ahí que escogiera este pasaje para reflexionar fueron comentarios en un post de julio del 2010.  ¡Hace casi diez años que lo escribí y sigue teniendo impacto en las personas que lo leen!  No es porque soy muy listo.  No es porque escribo de manera especial.  Es porque el Espíritu habla.  Yo escucho. Luego escribo.  No soy yo.  Es Dios. Ahora, es muy importante que entiendas que tú has recibido el mismo Espíritu de Dios.  Tú también debes estar escuchando a Dios hablarte.  Tú también debes estar poniendo en práctica lo que escuchas.  ¿Entiendes esto?  ¿De qué sirve escuchar y volver a escuchar si tu vida sigue igual?  ¿De qué sirve llamarte seguidor de Cristo si tu vida no lo demuestra? ¿De qué sirve decir que crees en Dios pero no le entregas tu vida?  Piénsalo. Dios te está hablando el día de hoy y quiere abrir tu entendimiento.  Quiere derribar las barreras que has puesto y hacerte entender que su palabra y sabiduría son muy superiores a las nuestras.  Medita en tu vida.  ¿Qué te detiene para cambiar?  ¿Qué te detiene para dejar de pecar?  Si has aceptado a Cristo, ya no eres esclavo de tu pecado.  Tu cuerpo ya no te pertenece.  Tu vida ya no te pertenece.  Recuerda cómo Jesús le dice a Simón y a Andrés mientras pescaban: síganme, e inmediatamente dejaron sus redes y le siguieron (Mateo 4:18-22).  Si Dios ya te habló, y ya contestaste, qué estás esperando para “dejar tus redes y seguirlo”.  Yo escribo y lo comparto porque no puedo quedarme con las bendiciones que trae a mi vida el conocer más de Él y ver cómo me transforma de manera milagrosa.  Es, para mí, una necesidad el “gritar” al mundo que El es real.  Es como un fuego que arde dentro de mí que busca que otras personas dejen de dudar y se animen a dar ese paso de fe y comenzar a vivir como Dios quiere.

Es una enorme bendición el obedecer a Dios.  Es un gozo compartir su palabra.  Pero sobre todo, es verdaderamente increíble meditar en los milagros que ha hecho como el que una persona lea algo que escribí hace más de 9 años y siga recibiendo bendiciones y paz en su corazón por haber decidido ser obediente.  ¡Imagina lo que puedes hacer simplemente por comenzar a obedecerle!

Oración

Padre: gracias por tu palabra.  Gracias por tu sabiduría.  Gracias por traer dirección cuando no sé por dónde ir.  Perdóname y no permitas que el miedo frene mis deseos de seguirte sin restricción.  Quiero vivir para Ti y darte la gloria en todo lo que haga.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén