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19 abr 2021

Salmos 37:34 Pero tú, espera en el Señor y vive según su voluntad, que Él te exaltará para que heredes la tierra. Cuando los malvados sean destruidos tú lo verás con tus propios ojos.


A mi hijo André le encanta que le cuente historias.  Siempre me pide que le cuente una historia.  Lo interesante es que, mientras le voy contando la historia, quiere siempre brincar al final.  Si hay una “batalla” quiere que gane inmediatamente.  Si el personaje tiene que “entrenar” o hacer algo, quiere que eso sea inmediato y pasemos a lo siguiente.  Lo que hice entonces fue explicarle lo que pasaría si le cuento una historia como él quería.  Había una vez… y tuvo una batalla y ganó.  Así de simple terminó la historia.  Y luego le pregunté si no prefería escuchar todo lo que pasaba mientras se llegaba a la victoria.  Escogió escuchar toda la historia.

Cuando hay pruebas, nuestra primera reacción es querer que se acaben.  Nuestro mismo cerebro está diseñado para evitar el estrés y busca constantemente regresar a la rutina o normalidad.  Pero para todos los que hemos atravesado adversidades y las hemos puesto a los pies del Señor, orando continuamente y clamando a sus pies, sabemos que ese periodo en el que sobrellevamos la prueba, es donde ocurren los milagros.  ¡No porque se acaban las pruebas y todo vuelve a la normalidad!  Sino porque Dios nos transforma y nuestra relación con Él madura.  Es justamente cuando se “cuenta la historia” el momento que necesitamos para crecer.  Si las pruebas fueran inmediatas no habría ninguna transformación en nosotros.  ¡Ni siquiera habría necesidad de acudir a Dios!  Este salmo lo escribe David quien vivió en carne propia la necesidad de esperar y dejar que Dios acomodara las cosas mientras que los “malvados” se salían con la suya.  Tuvo que vivir en cuevas y esconderse mientras que el rey buscaba matarlo simplemente por envidia.  Tuvo que aprender a esperar en los tiempos de Dios y así tenemos que aprender también nosotros.  ¿Hubiera sido increíble que esta pandemia hubiera terminado hace mucho tiempo? ¡Por supuesto!  Pero por algo Dios permite que pase el tiempo.  Tal vez conforme más tiempo pasa, más personas vienen a sus pies.  ¡Para qué buscar la salud física cuando estamos muertos espiritualmente!

Espera en el Señor y vive conforme a su voluntad.  No solamente debes esperar sin hacer nada.  ¡Debes esperar buscando obedecer y servir a Dios!  Lee el pasaje otra vez y trata de entender que Dios trabaja en nosotros de manera profunda mientras esperamos…

 

Oración

Padre: ayúdame.  Es difícil pasar pruebas sin entender tus planes.  Te pido por sabiduría, paciencia, paz y fuerza.  Ayúdame a no apartarme de Ti.  Ayúdame a querer servirte y obedecerte.  Ayúdame a no pensar que me has abandonado.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén 

12 abr 2021

Salmos 37:31 La ley de su Dios está en su corazón; por tanto, sus pies no resbalarán.


Si leo este pasaje, guardo la ley de Dios y me pasa algo malo, pareciera que Dios no está cumpliendo con su palabra.  A+B=C.  Obedezco + Dios me cuida = nunca me pasa nada malo.  El problema es que sí nos suceden cosas que consideraríamos malas.  En términos del pasaje: nuestros pies resbalaron.  ¿Entonces cómo entender este pasaje?  Simple.  Lo debemos analizar con la perspectiva de Dios.  Por ejemplo, cuando Israel desobedece a Dios y permite que los babilonios con Nabucodonosor los conquiste, pareciera que es algo malo.  Pero conforme pasa el tiempo y vemos cómo Daniel y sus amigos lograron presentar al Dios Todopoderoso no solo a Nabucodonosor sino al siguiente rey Darío quienes le darían la gloria por sus manifestaciones milagrosas y poderosas, no podemos seguir pensando igual.  En la vida de Daniel, vemos cómo un evento que parecía malo se convierte en algo increíble.  Daniel fue librado de los leones y del horno de fuego.  Fue puesto como segundo al rey.  Fue librado una y otra vez de la gente que le envidiaba y quería ver que le fuera mal.  Él se concentró en guardar y obedecer la ley de Dios y el Señor se encargó de que sus pies nunca resbalaran.  Ahora, tenemos también el ejemplo de David.  Tan increíble su relación con Dios que la biblia nos dice que nadie ha tenido un corazón como el de él dispuesto a obedecer en todo.  Sin embargo su hijo Amnón violaría a su media hermana Tamar.  Después,  Absalón, hermano de Tamar, mataría a Amnón.  Unos años después, el mismo Absalón buscaría usurpar el reino de su padre.  ¿Cómo puede permitir Dios  tanta tragedia si David tenía un corazón que le buscaba constantemente?  Primero, debemos entender que ninguno de nosotros es perfecto ni justo (Romanos 3:10).  Después, debemos entender que nuestras acciones tienen consecuencias que no están ligadas a un castigo de Dios.  Por ejemplo: David no castigó a Absalón por lo que le hizo a su hija Tamar.  Es probable que Absalón no hubiera matado a su medio hermano si su propio padre le hubiera castigado.  Por último, debemos regresar el principio que mencioné en la historia de Daniel: debemos tener la perspectiva de Dios.  Esto forzosamente debe humillarnos y llevarnos a no quejarnos ni cuestionar lo que sucede sino buscar con mayor fervor el no apartarnos de Dios por no comprender las circunstancias.  Dios es Dios.  Nosotros, solamente somos nosotros…  

Es un hecho que Dios cuida y bendice a los que guardan sus mandamientos.  Es un hecho que servirle nos da recompensas en el cielo.  Dios no miente y siempre cumple con su palabra.  Por el contrario, Satanás miente constantemente y busca confundirnos para romper o interrumpir nuestra comunión y crecimiento con Dios.  ¡No te dejes engañar!  No entender las circunstancias que atraviesas no significa que Dios ha permitido que tus pies resbalen.  Las adversidades no significan que Dios está permitiendo que tus pies resbalen.  Concéntrate en guardar la palabra de Dios.  Concéntrate en obedecer, en servir, en orar y permanecer pegado a Él.  Poco a poco podrás ir entendiendo y disfrutando que tus pies jamás resbalaron.

 

Oración

Señor: ¡Gracias!  Gracias por cuidarme y recordarme que nunca me abandonas aunque las pruebas que hagan dudar y confundirme.  Toma mi mano y nunca la sueltes.  No permitas que me aparte de Ti.  No permitas que dude de la veracidad de tu palabra y tu amor por mí.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén 

7 abr 2021

Salmos 30:30 La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia.

Hay ocasiones en las que termino de hablar con alguien y simplemente me sorprendo de lo negativo que puede llegar a ser una persona.  Hace poco tiempo tuve una conversación así y es sumamente desgastante.  Comparto esto porque me parece importante poner atención a lo que decimos y medirlo con el pasaje de hoy.  ¿Qué sale de nuestra boca?  ¿Sabiduría?  ¿Amor?  ¿Consuelo? O ¿quejas, enojos, rencores, odios, etc.?  

¿Cómo son tus conversaciones?

Hay personas que solamente les gusta tener la razón o “ganar” argumentos.  Personalmente me gusta mucho tener discusiones complicadas donde me hagan pensar y cuestionar mis pensamientos y principios.  Al final, debo recordar este versículo.  De mi boca debe salir sabiduría y justicia.  ¿Cómo define la biblia la sabiduría?  Simple: Proverbios 1:7 dice que el principio de la sabiduría es el temor al Señor.  Entonces, si alineamos esto con lo que sale de nuestra boca, no podemos estar hablando mal sobre alguien.  Tampoco podemos estar mintiendo.  No podemos hablar nada que esté en contra de los principios de Dios.  ¡Solamente así puede salir sabiduría y justicia de nuestra boca!  ¿Te das cuenta?  Pareciera sencillo seguir este pasaje y obedecer pero la realidad es muy complicada.  Nuestra carne se apodera y hablamos lo que no tenemos que hablar.  Gritamos.  Mentimos.  Maldecimos.  Juzgamos.  En fin, todo lo que no está en línea con la palabra de Dios termina saliendo de nuestra boca.  ¿Cómo arreglarlo?  ¿Cómo cambiar?  Aunque no hay imposibles para Dios y en un instante puede cambiarnos, en lo personal, esto es un trabajo que se da por etapas.  Poco a poco vamos entendiendo y poniendo más atención a lo que hablamos.  Nos vamos dando cuenta de cómo salen palabras no adecuadas cuando antes ni siquiera nos percatábamos.  Orando constantemente.  Con un corazón dispuesto, pidiendo a Dios que nos transforme, comenzamos a filtrar nuestras palabras para que solamente salga aquello que agrada a Dios.

Piensa en este principio.  Pide a Dios que puedas escuchar tus palabras y conversaciones de la misma forma que Él nos escucha.  Piensa en tus últimas pláticas y lo que salió de tu boca.

 

Oración

Señor: Hoy quiero hacer un cambio en mi vida y aprender a hablar conforme a tu voluntad.  Quiero que todo lo que salga de mi boca sea sabiduría y justicia, palabras agradables a Ti.  Abre mis oídos para que pueda darme cuenta de todas mis conversaciones que no te agradan y transforma mi lengua y mente.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén