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1 nov 2021

Salmos 39:12 Señor: Escucha mi oración, atiende mi clamor; no cierres tus oídos a mi llanto. Ante Ti soy un extraño, un peregrino, como todos mis antepasados.

Dios nos conoce tan bien que nos deja ejemplos como el de David el día de hoy.  Ejemplos en los que alguien duda de su presencia y capacidad de escucharnos.  Piensa por un momento en esto: sabemos que Dios siempre está con nosotros; sabemos que nos escucha; sabemos que nos ama; sabemos que quiere lo mejor para nosotros y sabemos que no deja que pase absolutamente nada que no sea para su gloria.  Entonces, ¿por qué se nos olvida tan seguido?  ¿Por qué hay ocasiones en las que nuestras preocupaciones apagan todo esto que conocemos y estamos seguros?  La respuesta es simple: por nuestra carne.  Nuestra propia carne es la que nos hace duda sobre nuestra vida espiritual.  Además, la biblia nos enseña que estamos en guerra contra huestes espirituales (Efesios 6:12).  Si lees “Screwtape Letters” de C.S. Lewis, recordarás cómo los demonios tratan de convencer a los creyentes de no crecer en su fe y apartarlos de Dios.  Personalmente no entiendo bien cómo suceden estas cosas, pero es un hecho que han habido momentos en mi vida donde, a pesar de que todo está bien, siento que hay algo que no me deja tranquilo y quiere robarse mi paz.  No puedo darle otra explicación que una batalla cien por ciento espiritual.

Hoy te escribo esto para llenarte nuevamente de ánimo y recordarte que el objetivo y la meta no han cambiado.  Cristo sigue siendo vencedor.  Dios te sigue amando y quiere lo mejor para ti.  Jehová no ha dejado de escuchar cada una de tus súplicas y sabe cuántas lágrimas has derramado.  Gracias al sacrificio de Jesús, ya no somos extraños para Dios sino podemos ser llamados hijos suyos y poder acudir a Él diciéndole ¡Abba Padre! (Romanos 8:15).  

David pasó muchas pruebas y circunstancias que lo hicieron caer de rodillas y suplicar por su salvación y cuidado.  Cada uno de los que decidimos entregar nuestra vida y ser servidores de Cristo, seguramente atravesaremos momentos así.  Abre tu corazón y dile a Dios todo lo que sientes.  Tus miedos.  Tu cansancio.  Tus frustraciones.  Tus corajes.  Dile que no sientes que esté cerca y que no quieres apartarte de Él.  Dile que no quieres ser un extraño sino su hijo.  No te dejes engañar por tus sentimientos ni pierdas la batalla espiritual.  ¡Dios es Dios y siempre ha vencido!

 

Oración

Padre: Gracias por siempre cumplir con tus promesas y nunca dejarme solo.  No permitas que me aparte de ti ni dude que estás a mi lado.  Te entrego todas las cargas que no me dejan seguir y por favor quita todo aquello que roba mi paz.  Gracias por tu amor y por tu palabra que siempre guía mis pasos.  En Cristo Jesús.  Amén.