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28 nov 2022

Salmos 42:8-9 Esta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor y de noche su canto me acompañe. Y le digo a Dios, a mi Roca: ¿por qué me has olvidado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo?

El dolor y el sufrimiento son de los mejores forjadores de la fe.  Por alguna razón, somos mucho más sensibles cuando estamos vulnerables versus cuando todo está bien.  No quiero decir que no podamos aprender cuando hay salud o abundancia.  Lo que quiero decir es que el sufrimiento o el dolor nos doblan las rodillas inmediatamente.  Por ejemplo, hoy en la madrugada me desperté con un dolor en el abdomen como si me hubieran dado un golpe.  Me paré y no entendí lo que pasaba.  Pensé en lo que había comido y hace cuánto tiempo y no me hacía sentido.  Después de aproximadamente una hora, el dolor se quitó por completo.  Ahora, mientras pasaba esa hora, estuve orando y pidiendo a Dios por mi salud.  Pensé que era necesario poner mis prioridades en orden.  Incluso, parte por la que estoy escribiendo hoy es por eso.  El salmo 42 pareciera que todo el tiempo habla de tristeza o desesperación seguida de fortaleza en la fe y alegría.  En los versículos de hoy vemos una necesidad de Dios tanto de día como de noche, así como una plegaria cuestionando Su presencia.

No hay un tiempo definido para que las cosas mejoren.  A veces el “dolor” será de una hora mientras que en otras ocasiones, tal vez pasarán años.  Lo que me parece interesante es la intención de este pasaje.  De día y de noche busca a Dios.  Lee la biblia para pasar tiempo con Él y poder tener muy presente su amor y cuidado.  De noche, recuerda que nunca te desampara.

No hay que caer en desesperación.  Los días pueden pasar y pasar pero eso no quiere decir que Dios nos ha desamparado.  Las circunstancias pueden ser injustas, pero no significa que Dios no hará justicia.  En lo personal, entiendo que pueden haber épocas largas donde las cosas no sean como a mí me gustaría y eso no quiere decir que Dios no me ame.  De hecho, cada vez que atravieso algo difícil, siempre trato de preguntarme qué me quiere enseñar Dios.  ¿Qué quiere cambiar de mí?  ¿Qué ve Él que no veo yo?

Para terminar, la esperanza no viene de pensar que las cosas malas pasarán pronto sino de entender que podemos entregarle nuestras cargas a Dios y tomar la suya que es ligera.  La esperanza nos llena de gozo al entender que nuestro Señor nos ama y jamás abandona.  El problema no es Dios sino nosotros.  Nosotros somos los que olvidamos sus promesas, le damos la espalda y olvidamos pasar tiempo con Él.

 

Oración

Padre: Gracias por nunca abandonarme.  Gracias por recordarme tu amor y te pido que lleves mis cargas que no me dejan seguir adelante.  Perdona mis pecados.  Ilumina mis pasos y te pido que tu paz y tu amor abunden en mi vida.  En Cristo Jesús.  Amén