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3 oct 2012

Gálatas 4:15-16


¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais?  Porque os doy testimonio que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.  ¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?



En el libro del Apocalipsis, el mensaje a la iglesia de Éfeso es sumamente similar.  Comienza hablando de las grandes cosas que han hecho pero termina diciendo: tengo en tu contra que has abandonado tu primer amor.  La vida espiritual no va en línea recta.  No es todo el tiempo subida ni tampoco bajada.  Si la tuviera que comparar con algo, pensaría que es semejante a una montaña rusa.  A veces se sube lento, a veces rápido, a veces son vueltas abruptas mientras que otras son sencillas.  En ocasiones estamos totalmente emocionados con nuestra relación con Dios y en otros momentos simplemente nos olvidamos de orar y estar en comunión con Él.  A veces queremos obedecer en todo lo que nos pide el Señor y a veces pensamos que nuestra voluntad es mejor.  Los gálatas en un principio no tomaron en cuenta la enfermedad de Pablo y le atendieron como a ninguno.  Aceptaron el evangelio y lo abrazaron como su nueva forma de vivir.  Pero después de un tiempo (como veremos en los siguientes versículos) dejaron que otras personas opinaran sobre su fe y comenzaron a cambiar para mal.
¿Es raro que pase esto?  Al contrario.  Tristemente es muy común.  Escuchamos del evangelio y nos entregamos totalmente a él.  Entendemos nuestra situación y queremos cambiar.  Queremos hacer las cosas distintas.  Ya no queremos cometer más errores y terminar mal.  Ahora queremos tomar decisiones correctas y basadas en los principios de Dios.  Pero conforme el tiempo pasa, si no ponemos atención y dejamos de crecer espiritualmente, comenzamos a perder la dirección.  Lo más triste es cuando caemos en una situación similar a lo que escribe Pablo: ¿ahora soy su enemigo por decirles la verdad?  Es triste alejarse tanto que al escuchar la verdad del evangelio nos cuesta trabajo aceptarla.  Hemos regresado tanto a nuestra voluntad a nuestros deseos y a nuestra vida anterior, que resulta difícil doblar el orgullo y escuchar la enseñanza del Señor.  
¿Cómo evitar caer en esta situación?  Obviamente estar en constante oración y lectura de la biblia no es suficiente.  Leíste bien.  Piénsalo.  Si solamente fuera necesario leer y orar, ¿dónde queda la entrega y la transformación de nuestros actos?  La oración y la lectura deben estar acompañadas de crecimiento espiritual.  En otras palabras: de frutos.  Cambios.  Transformaciones.  Renovaciones.  No te estanques en tu crecimientos espiritual.  Si ya has aprendido a controlar tu carácter, aprende a amar a tu prójimo.  Aprende a perdonar, aprende a servir.  Aprende a dar y compartir.  ¡Hay tanto que Dios puede hacer en tu vida!  Es importante aprender del ejemplo de los gálatas.  Tenemos gran probabilidad de caer en lo mismo.  No te dejes sorprender y ten cuidado.  Analiza tu comunión con Dios.  Analiza tu compromiso y entrega.  ¿Estás creciendo?  ¿Estás dejando que otros opinen y te estás desanimando?  Se honesto.  No pongas pretextos.  Esto es entre Jehová y tú.  Nadie más.  No tiene sentido que escondas absolutamente nada.  Te animo a que constantemente busques que tu vida de fruto y puedas gozar de una comunión con Dios que se fortalece día a día.

Oración
Señor: perdóname.  Me he olvidado de ti.  No tengo la misma pasión y el mismo fuego.  Hoy quiero regresar a Ti.  Quiero regresar a mi primer amor y servirte en todo lo que haga.  Quiero vivir bajo tu voluntad y no confundirme con lo que hay allá afuera.  Examina mi corazón y muestra lo que necesitas cambiar.  Heme aquí para servirte y darte la gloria.  En Cristo Jesús.  Amén 

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