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21 abr 2015

Salmos 8:1

Oh Señor, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!  ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos!



Como ya he escrito anteriormente, Satanás es real y quiere evitar que tengas comunión con Dios.  Es sumamente inteligente y ha logrado bastante.  Con el pasaje de hoy, pienso en lo majestuoso que es el cielo y lo precioso que puede ser un atardecer o un rayo de sol atravesando un hueco entre las nubes.  Cuando llega la lluvia, podemos sorprendernos de lo sutil o imponente que puede ser.  Y ¿por qué digo que Satanás es inteligente y qué tiene que ver con este pasaje?  Fácil.  Se ha encargado de hacernos dejar de voltear al cielo.  Se ha encargado de ocuparnos con tantas otras cosas que pueden pasar los días y ni una sola mirada levantamos al cielo y admiramos la gloria que Dios ha dejado como muestra en él.  Piénsalo.  ¿Hace cuánto tiempo que no te has detenido de tu rutina diaria para poder admirar el cielo o cualquier elemento de la creación del Señor?  Eso sí, queremos bendiciones, queremos recibir todo de Dios pero nunca hacemos pausas en nuestra vida.  Queremos que Él se acomode a nosotros.  Queremos que Él actúe en nuestros tiempos y resuelva a nuestra manera.  ¡Dios es Dios!  ¡Tú eres tú!  No quiero hacerte sentir poca cosa pero comparado con Dios qué puedes pedir.  Dios es soberano y su nombre es imponente en toda la tierra.  ¿Por qué le exigimos?  ¿Con qué soberbia podemos siquiera voltear al cielo sin caer de rodillas?  El cielo es una muestra de la gloria de Jehová y debemos utilizarla como un constante recordatorio.  Ya sea porque estás pasando un gran día y volteas para cantar con gozo y agradecer a Jehová o, por el contrario, tu día ha sido sumamente difícil y volteas para clamar a Él, en cualquier circunstancia no dejes de voltear al cielo y recordar su gloria.  Recuerda su soberanía.  La Real Academia define soberanía como: autoridad suprema, alteza o excelencia no superada en cualquier orden inmaterial.  ¡Esa es solamente una de las muchas características del Señor!  Él está por encima de todo.  De cualquier problema que puedas tener.  De cualquier persona que quiera hacerte daño.  De cualquier situación que te haga estar inquieto e incierto.  ¡Dios es autoridad suprema!  Vuelve a leer el pasaje con detenimiento a los adjetivos que le describen.  Ahora dobla tus rodillas.  Dobla tu orgullo.  Has una pausa en todo lo que está pasando por tu mente y has una oración.

Oración

Señor Jehová: eres soberano y yo tu siervo.  Eres majestuoso y la gloria es para Ti.  Vengo a pedirte perdón por mis pecados.  Perdón por mi soberbia y mis rebeldías.  Gracias por recordarme lo grande que eres y lo pequeño que soy.  Gracias por permitirme acudir a Ti en mi gozo y en mi llanto.  Gracias por el cielo que día a día puedo voltear a él y recordar quién eres Tú.  No permitas que me aparte de Ti mi Dios.  Te lo pido en el nombre de Cristo Jesús.  Amén.

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