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23 feb 2015

Salmos 4:1

Responde a mi clamor Dios mío.  Dame alivio cuando esté angustiado, apiádate de mí y escucha mi oración.



Es verdaderamente increíble lo necios que podemos ser.  No lo digo por ti sino por mí.  Pienso en tantas opciones antes de doblar mis rodillas y repetir las palabras de David en este salmo.  ¿Por qué insistir en mis ideas?  ¿Por qué insistir en lo que mi carne dice o quiere?  La teoría la conozco: debo entregar mi vida a Jehová; debo confiar en Él; debo obedecerle; debo servir, etc.  Sin embargo, al momento de pasar a la práctica pareciera que hay una muralla que nos parece imposible de atravesar.  ¿Te ha pasado?  Yo estoy seguro que sí.  ¿Sabes?  Nuestro cuerpo nos confunde.  Nuestra carne no nos deja pensar claramente.  Por el contrario, el espíritu es el que nos lleva a estar en línea con Dios y por consecuencia a tomar buenas decisiones en todas las áreas de nuestra vida.  ¿Por qué escribo esto y qué tiene que ver con el pasaje de hoy?  Simple.  Hace ya tres años que compartí que recibí una demanda porque mi perro se peleó con otro perro y la dueña, al meterse a la mitad de la pelea, resultó mordida por su propio perro pero inventó que había sido el mío.  Para no hacer el cuento largo, tuvimos muchos problemas y finalmente la aseguradora decidió no pelear y “arreglarse” con ella.  En ese momento quería ir y gritarle.  Tratar de lastimarla como ella estaba lastimándonos.  ¡Estaba diciendo mentiras!  El “sistema” había decidido a su favor y yo había “perdido”.  ¡Cómo me voy a dejar!  ¿Qué puedo hacer para regresarle el daño que nos causó?  Y así mi mente y cuerpo se llenaban de rabia todos los días.  En ocasiones la veía caminando y tenía ganas de decirle muchas cosas poco agradables.  Sin embargo, gracias a Dios y a muchos que oraron por mí, Él puso paz y perdón en mi corazón.  No fue de un día para otro.  Fue una lucha constante entre mi carne y mi espíritu.  Sin embargo, el espíritu ganó.  ¿Lo más increíble de todo?  Este fin de semana, tres años después de ese incidente, pude compartir a una persona que no sentía coraje, resentimiento o deseos de venganza.  Que además, Cristo me ama y perdona sin merecerlo y yo debo amar y perdonar de igual manera a mi prójimo incluyendo a esta persona.  Probablemente pensó que estaba loco o que no tenía mucho sentido.  Por mi parte pienso que, si ese incidente que atravesamos, sirve para que otra persona vea a Dios trabajando de manera real y tangible, creo que valió la pena todo ese sufrimiento.  Por lo tanto, dejemos de ser necios.  No sé que estés atravesando o vayas a atravesar en tu vida.  Lo que sí sé es que habrá momentos en los que la mejor decisión será clamar a Dios y pedir que se apiade de ti, que escuche tu oración y que traiga alivio porque estás angustiado.  No seas necio como yo lo fui y deja de pelear entre tu carne y tu espíritu.  Clama a Jehová.  Dobla tus rodillas.  Dobla tu orgullo.  Acude al lugar donde realmente hay alivio y descanso.

Oración

Señor: gracias.  En verdad eres maravilloso.  Tu amor y perdón remueven todo mi ser pues simplemente no merezco todo lo que haces por mí.  Te pido perdones mis pecados y me guíes para caminar conforme a tu voluntad.  Clamo a Ti pidiendo alivio y que escuches mi oración.  Quiero aprender a depender de Ti y entregarte mis problemas.  Quiero crecer espiritualmente y aprender a morir a mi carne.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén

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