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9 oct 2023

Salmos 49:7-9

"Nadie puede salvar a nadie ni pagarle a Dios rescate por la vida.  Tal rescate es muy costoso; ningún pago es suficiente para vivir por siempre sin ver la fosa."


 

Recuerdo cuando entré a trabajar a una empresa que había admirado desde hacía mucho tiempo.  ¡Una de las más importantes en el mundo!  Había asesores que tenían oficinas con vista al mar y otras además de la vista al mar eran muy grandes y en la esquina.  Me asombraba y obviamente pensaba que en algún momento me gustaría tener una.  Todos sabíamos quiénes eran los que tenían las oficinas grandes y eran “importantes”.  Lo interesante fue que un día, mientras caminaba afuera del edificio de mi oficina, me di cuenta que ninguno de los “importantes” de mi oficina figuraba dentro de los importantes en la calle.  ¡Nadie les hacía caso o “reverencia”!  Eran como cualquier otra persona.  ¡Obviamente que lo eran pero no lo entendía antes!  Lo mismo pasa con los artistas que tienen más fama.  Podrán ser reconocidos por muchos en la calle pero para otros como yo, que no tengo idea de la mayoría de ellos, pasarían totalmente desapercibidos. 

Bien.  ¿Qué quiero compartir con esto?  Pues que Dios nos advierte de todo lo que sabe que nos hará dudar o confundirnos sobre el valor de la vida, el alma y la riqueza terrenal.  Bien dijo Jesús a sus discípulos que la mujer viuda había puesto más que todos los demás aunque en dinero “terrenal” era mínimo.  Por el contrario, vemos mucha gente pensando que puede comprar su entrada al cielo.  Piensa que puede donar mucho dinero y apoyar causas sociales y con eso serán aprobados.  Dios es muy claro: nadie puede salvar a nadie ni pagarle a Dios rescate.  No se trata de ser bueno.  No se trata de poner tu propio parámetro y pensar que has hecho bien las cosas o no tan mal como otros.  Insisto en la claridad que establece Dios: nadie puede salvar a nadie.  ¿Entonces?  Necesitamos aceptar el sacrificio de Jesucristo y la gracia por la cual nos permite ser redimidos al creer en Él.  El dinero nos confunde.  Nos hace sentir “poderosos”.  Mientras más dinero tienes, más te puedes diferenciar de los demás.  Una casa más grande, en un lugar más exclusivo, con vista más bonita, con más y más y más…. Piénsalo por un momento.  Imagina la influencia que tienen las personas más ricas del mundo.  No hay nadie que no les tome la llamada si necesitan algo.  No hay nadie que no le gustaría conocerlos.  Sin embargo, tanto los más ricos como los más pobres empezaron y terminaron igual.  Sin nada.  Todos vamos en la misma dirección: la muerte.  La diferencia entre cada uno de nosotros no está en cuánto dinero hicimos en este mundo sino el impacto que tuvimos sirviendo a Dios pues sabemos que habrá recompensa en el cielo.  Todo el dinero y las propiedades se quedan mientras que nuestro servicio a Él se va con nosotros.

 

Oración.

Padre: gracias por recordarme y advertirme que el dinero me confunde y cambia mi perspectiva de la vida.  Gracias por mandar a Jesús para perdón de mis pecados y te pido que pueda vivir sirviéndote en todo momento.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén.

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