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28 feb 2011

Hechos 6:1-3

En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos, se quejaron los judíos de habla griega contra los de habla aramea de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos. Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas.



Cuando leo este versículo recuerdo que los personajes de la biblia no son perfectos sino por el contrario como tú y como yo, tienen muchos errores. Los discípulos estaban tan enfocados en predicar de la palabra de Dios que habían olvidado dar seguimiento al cuidado de las viudas. Es normal que nos equivoquemos. No nacimos sabiéndolo todo. Por más que intentemos servir a Dios en todo lo que hagamos, vendrán días en los que simplemente nos tengan que decir: te faltó hacer esto o aquello; no estás haciendo bien esta tarea; la gente no está conforme con tu decisión tal o cual; entre muchos otros ejemplos. El enemigo buscará desanimarte y hacerte sentir que no estás haciendo bien las cosas. Tratará de hacerte sentir poco útil. También buscará hacer surgir tu ego y orgullo haciéndote pensar que los demás no saben lo que dicen. Cuidado. Es fácil seguir el camino contrario y difícil el que nos transforma el corazón.
Los discípulos al oír la situación que existía, no se indignaron por lo que les estaban pidiendo, pero tampoco se pusieron a pedir perdón como si hubieran cometido un pecado. Tomaron las cosas como debían ser haciendo los ajustes necesarios para arreglar el problema. Se reunieron y comunicaron que entendían la necesidad que no estaba siendo atendida, pero explicaron que ellos no podían estar sirviendo a las mesas pues desatenderían el compartir a Jesús.
Podemos aprender algunos principios de estos versículos:
1. A pesar de que existía un problema, la congregación no comenzó a conspirar contra los líderes ni había rumores sobre la necesidad que existía y que estaba siendo desatendida. No dejemos que nuestras congregaciones se llenen de gente murmurando. Busquemos tener comunicación y puertas abiertas para escuchar y resolver los problemas que surjan.
2. No permitamos que nuestro orgullo interfiera con lo que la gente percibe sino con corazón humilde escuchemos y busquemos una solución.
3. No queramos resolver absolutamente todo y tener parte en todas las cosas que suceden. Los discípulos entendieron que si servían a las viudas, tendrían menos tiempo para hablar del evangelio y eso no era una buena solución.
4. No dejes que el enemigo te haga sentir menos cuando hay problemas. Es normal que te equivoques. Reconoce el error, dale solución y sigue adelante.
Aunque estos ejemplos están enfocados a la congregación, creo que son aplicables a nuestra vida diaria. No dejemos que los chismes invadan nuestras conversaciones. No permitamos que nuestro orgullo nos haga sentir superiores y por último, no pensemos que podemos tomar cartas en todo lo que sucede a nuestro alrededor sino entendamos que debemos ceder el control a Dios y que otra persona hará tal o cual tarea. El mundo no se cae si tú y yo no estamos al control. Solamente dejaría de funcionar si nuestro Dios no estuviera al pendiente. No te preocupes. Lo está.

Oración
Padre Santo: hoy entiendo que mi orgullo es un estorbo en nuestra relación. Ayúdame a doblar mi rodilla y darte el control de mi vida y de todo lo que quiero que sea a mi manera. Te pido por tu iglesia y cada uno de los que te seguimos para que podamos ser humildes, serviciales y que no dejemos que los rumores nos destruyan. Te pido que aprendamos a expresar aquello que consideramos que debiera ser cambiado y a la vez que nuestros líderes tengan la sabiduría para reconocer las necesidades. En el nombre de Cristo Jesús te lo pido.
Amén

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