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11 ago 2020

Salmo 35:1-3 Defiéndeme, Señor, de los que me atacan; combate a los que me combaten. Toma tu adarga, tu escudo y acude en mi ayuda. Empuña lanza y el hacha, y haz frente a los que me persiguen. Quiero oírte decir: Yo soy tu salvación.

Muchos de ustedes saben que hace algunos años empecé una página de Tiempo con Dios en Facebook.  A veces pongo un link donde están los devocionales como este y, la mayoría de las veces, solamente algún versículo o pensamiento.  Inmediatamente puedo ver qué tipo de versículos son los que más respuesta tienen de la gente.  ¿Cuáles son?  Los que traen esperanza.  Rápidamente la gente los comparte y le dan click a “me gusta”.  Sin embargo, pasajes más complicados como el de hoy, normalmente no tienen tanto “éxito”.  ¿Por qué?  Yo pienso que tiene que ver con nuestro orgullo.  Cuando alguien me ataca, dicho de otra manera: hablan mal de mí, me roban, me critican, me juzgan, me excluyen, abusan, o cualquier otra forma similar, lo primero que queremos hacer es desquitarnos.  Si no eres de aquellos que quiere desquitarte, probablemente seas de los que simplemente “huye” y no vuelve a ver o confiar en esas personas.  El pasaje de hoy nos enseña a depender más de Dios y menos de nosotros.  Más en su justicia y menos en la nuestra.  Más en su defensa y menos en la nuestra.  Por esta razón pienso que a la gente no le gusta tanto leer, aceptar y compartir estos pasajes.  Significa sacrificar tu yo.  Es poner en la cruz a tu orgullo y a tus deseos para que Dios realmente tome el control de lo que sigue.

David fue perseguido por Saúl para matarlo.  En dos ocasiones David tuvo la oportunidad de matar a Saúl y tomar el reino que Dios le había ya prometido y ungido.  Sin embargo, David sabía que Dios sería el encargado de decidir sobre los tiempos y formas.  ¡Increíble!  Este Salmo que escribe David expone lo más profundo de su corazón.  Quiere que la voluntad de Dios esté por encima de la suya.  Lo mismo debemos hacer nosotros.  ¿Tienes coraje, rencor, odio, celos, ira, amargura, etc.?  Entrégalo a Dios.  Trae esos sentimientos a los pies del Señor y no dejes que dominen tus emociones.  ¡No dejes que te consuman por dentro e interrumpan tu comunión con Dios!  Lee nuevamente el pasaje.  Date cuenta cómo David le pide a Dios que tome escudo, lanza y hacha.  No le pide a Dios que vaya a platicar.  ¡Pide que haga justicia!  Probablemente con desesperación.  Tal vez ansias.  ¡Defiéndeme Señor!  ¡Háblame y recuérdame que solamente Tú eres mi Salvación!

Medita en esto por un momento.  

Todos pasamos por alguna injusticia que nos gustaría “arreglar” a nuestra manera.  Hoy Dios te dice que lo mejor que puedes hacer es dejar que El se encargue de todo.  Deja que Él haga justicia y deja todo eso que has venido cargando a sus pies.

 

Oración

Señor: te entrego todos estos deseos y emociones que roban mi paz.  Te pido que pueda entender este pasaje y que mi corazón esté alineado al tuyo.  Quiero buscar tu camino y tu justicia por encima del mío y la mía.  No me permitas apartarme de Ti y caer en la tentación de “arreglar” todo a mi manera.  En Cristo Jesús.  Amén 

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