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6 jul 2010

Marcos 10:20-22

Maestro dijo el hombre, todo eso lo he cumplido desde que era joven. Jesús lo miró con amor y añadió: una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme. Al oír esto, el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas.


¿Cuántos de nosotros pensamos que estamos llevando una vida en cumplimiento con las escrituras? Al leer esto me pregunto si no nos hemos conformado y en consecuencia nuestro crecimiento ha sido frenado. Pensamos que con aquello que hemos entregado es suficiente. Pero Dios quiere más. Quiere tu vida entera. No pedazos, no migajas. Todo tu corazón y toda tu entrega.
Por otro lado, Jesús nos muestra que nunca dejará de estar trabajando con nosotros pues a pesar de que este joven rico había cumplido con los mandamientos, le dice que todavía hay más por aprender, que lo siga para enseñarle.
Seguramente ya has escuchado comparaciones entre este joven y personajes como Pedro y Andrés su hermano quienes al escuchar a Jesús pedirles que lo sigan, dejan todo atrás sin dudar y siguen a su maestro. Lo interesante de esto es preguntarse ¿dónde estoy yo? ¿De qué lado me iría? ¿Tengo miedo de perder mis bienes, mi salud a mis familiares y seres queridos? ¿Estoy afanado con mi trabajo? El joven rico se desanimó y se fue triste al escuchar lo que Jesús le pedía. Nos dice la Biblia que tenía muchas riquezas y por ello el dolor en su corazón por pensar que tendría que deshacerse de ellas para seguir a Cristo. ¿Qué tan dispuesto estás de seguir a Jesús? ¿Lo sigues mientras tu vida pueda seguir igual? O tal vez aceptas algunos cambios pero nada radical como este joven que seguía los mandamientos pero su corazón seguía en donde él quería.
Siempre he pensado que el joven rico nunca se imaginó de las enormes bendiciones que se perdió al haber dado la espalda a Jesús. Lo que no había pensado es en lo parecido que somos a ese joven. Nos gusta apegarnos a las cosas. Nos dan seguridad y estabilidad. Dios sabía que este joven tenía su corazón y esperanza puestos en sus riquezas. De la misma forma sabe que tú y yo tenemos problemas para entregar nuestros trabajos, nuestros familiares, nuestra salud, nuestros enojos, nuestros rencores, nuestra impaciencia, nuestra incredulidad, nuestra soberbia y así la lista sigue y sigue… Todas estas “virtudes” estorban a Jesús. Piénsalo por unos momentos…
Si Jesús llegara en este momento contigo, estoy seguro que le podrías decir que has cumplido con algunos o varios mandamientos. Pero lo que más me interesa es que pienses sobre aquello que te preguntaría y pediría que entregaras para seguirlo. ¿Cómo te sentirías? ¿Triste? ¿Enojado? Es una gran prueba. Date cuenta de aquello que está estorbando en tu relación con Dios. No dejes que te absorba a tal grado que te sea gravoso el tener que dejarlo por seguir a nuestro Señor…

Oración
Padre nuestro: Tú que estás en el cielo y eres Santo, quiero pedirte que me muestres cómo entregarte mi vida por completo. Quita de mi todo aquello que te estorbe y límpiame. Señor, pongo mi vida a tus pies para servirte. En Cristo Jesús te lo pido
Amén

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