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3 dic 2010

Hechos 5:3-6

Pero Pedro dijo: “Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del terreno? Mientras estaba sin venderse ¿no te pertenecía? ¿Por qué concebiste este asunto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios.” Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró; y vino un gran temor sobre todos los que lo supieron. Entonces los jóvenes se levantaron y lo cubrieron y sacándolo le dieron sepultura.


¿Alguien tiene que fallecer para que tomemos a Dios con la seriedad que le corresponde? ¿Acaso somos tan orgullosos y testarudos que necesitamos golpes tan fuertes para recordar que Dios existe y que la vida no está en nuestras manos sino en las de Él? ¿Pudiste opinar para levantarte el día de hoy? ¿Tienes idea si podrás ver el final de este día? La respuesta a cada pregunta es: no. ¿Por qué entonces nos aferramos tanto a esta vida? ¿Por qué lo material se vuelve un estorbo tan grande en nuestra comunión con Dios? Así como llegamos nos vamos. Sin nada.
“Mientras estaba sin venderse la propiedad ¿no te pertenecía?” Con estas palabras nos hace pensar que Ananías y su esposa fueron un par de babosos con lo que hicieron ¿cierto? ¿Para qué vender algo y quedarte solo con una parte cuando puedes quedarte con todo? La biblia nos dice que es mejor ser frío o caliente pero no tibio. Este es el ejemplo perfecto del tibio en Cristo. ¿Puedes examinar tu vida y honestamente reconocer si estás siendo tibio? ¿Puedes darte cuenta si estás cayendo en el mismo error de Ananías al no confiar en Dios y querer seguir teniendo control de lo que sucede? ¿Por qué nos resulta tan inteligente el entregar a Dios el 70 por ciento y quedarnos el otro 30? ¿Acaso podemos darle mejor uso que Él? ¡Cristo quiere el 100 por ciento!
Resulta interesante pensar el escenario en el cual, Ananías y su esposa se quedaban con su casa. ¿Las consecuencias? Ninguna inmediata ni visible. De lo único que sí se perderían es de la gran bendición que resulta de obedecer al Señor y entregar nuestra vida a Él sin restricción, de evidenciar su gozo al no aferrarnos a lo material y reconocer que Él es quien nos da y nos quita, de disfrutar su paz al comprender que somos administradores temporales de lo que hoy tenemos. De esto nos estamos perdiendo al no querer comprometernos con el Señor. Tu vida no sufre una consecuencia visible o inmediata cuando le das la espalda a Cristo. ¿Te das cuenta que lo único que pasa es que te alejas cada día más del Padre? Te acostumbras y acomodas en tu forma de vivir actual y se vuelve más y más lejano el querer un compromiso con Dios. Las bendiciones están en la mesa. Dios ya las puso ahí para que sean tomadas por sus hijos. ¿Qué vas a decidir? No esperes a un evento extraordinario como la muerte para voltear a Dios. No dejemos que el tiempo siga sin tomar acción y tomemos un compromiso de entregar nuestro 100 por ciento.

Oración
Padre: Alabado seas Señor. Quiero entregarte mi vida entera. No quiero dártela por partes ni con restricciones. Confío en que Tú tendrás cuidado de mí y siempre me llevarás por pastos verdes. Guíame y fortaléceme Señor para seguirte. En Cristo Jesús te lo pido. Amén

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