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14 sept 2020

Salmos 35:11-14 Se presentan testigos despiadados y yo me preguntan cosas que yo ignoro. Me devuelven mal por bien, y eso me hiere en el alma; pues cuando ellos enfermaban yo me vestía de luto, me afligía y ayunaba. ¡Ay, si pudiera retractarme de mis oraciones! Me vestía yo de luto como por un amigo o un hermano. Afligido, inclinaba la cabeza, como si llorara por mi madre.


Si lees el libro de Samuel capítulo 25 te encontrarás con la historia de  Nabal, Abigail y David.  En ese entonces David estaba huyendo de Saúl y le pide a su gente que vaya con Nabal y le pida parte de las provisiones que tenían.  Ellos se habían encargado de cuidar a los pastores de Nabal y nunca los habían molestado.  Ahora necesitaban ayuda y la pidieron de vuelta.  Los pastores llevaron el mensaje a Nabal y contestó refunfuñando y quejándose sobre lo que David pedía.  Como los pastores y servidores sabían que era necio, van con su esposa Abigail para explicarle la situación y ella decide ofrecer regalos y disculpas a la gente de David que ya se alistaban para matar a su esposo.

Este salmo que escribe David es algo por lo que todos, en algún momento u otro, debemos sentir.  Leíste bien: debemos.  ¿Por qué?  Porque quiere decir que estamos sirviendo y siguiendo el ejemplo de Jesús.  Esto, forzosamente nos expone a ser lastimados.  Nos expone a ser rechazados.  Nos expone a recibir señalamientos, burlas o desprecio.  Uno sirve, algunos responden mientras otros se dan la media vuelta.  David lo vivió.  Cristo lo vivió.  Tú y yo lo debemos vivir también.  Jesús nos dice en Mateo 20:27 que vino a servir y no a ser servido.  ¡Si Jesús vino a servir, cuánto más nosotros!  El pasaje de hoy explica lo que vivió David.  Le devolvieron mal por bien.  Nuestra razón nos diría que no sigamos haciendo lo bueno.  Que nos desquitemos.  Que busquemos venganza.  Dios nos pide que amemos, que perdonemos y que demos testimonio.  ¿Cómo lograrlo?  Simple.  A través del Espíritu Santo.  Solamente Él puede transformar lo que hay adentro de ti.  Por eso Jesús hizo tanto énfasis en sus encuentros con los religiosos.  Ustedes, les decía, solamente adoran de labios para afuera, pero su corazón está podrido.  El Espíritu Santo renueva nuestro corazón.  Permite que perdonemos, incluso cuando ni siquiera nos han pedido perdón.  Nos permite que amemos, incluso cuando nos han devuelto mal por bien.  No se trata de buscar en tu interior.  Tampoco de buscar la paz a través de alguna técnica obscura o mística.  Se trata de venir a los pies del Señor.  Postrarse ante Él y reconocer que sus planes son mejores que los nuestros.  Decirle que no entendemos por qué sucede lo que sucede pero queremos permanecer pegados a Él y seguir siendo transformados por su Espíritu.  

La vida no es fácil y la Biblia jamás nos miente acerca de ello.  ¡Al contrario!  Nos advierte que habrá aflicción.  Pero también nos llena de esperanza recordándonos que Cristo venció y ni la muerte pudo con Él.  Así que mantén tu esperanza y visión puestas en Él para seguir cada día buscando ser renovado por Su Espíritu y gozándote de vivir una vida plena aunque las circunstancias parecieran imposibles de superar.

Oración

Padre: gracias.  Vengo a tus pies, cansado, acabado y sin dirección.  Te pido que tu Espíritu Santo me renueve, me llene de Ti y de sentido y esperanza a mi vida.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén 

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