Vistas de página en total

27 jun 2022

Salmos 41:5-9 Con saña dicen de mí mis enemigos: ¿Cuándo se morirá? ¿Cuándo pasará al olvido? Si vienen a verme, no son sinceros; recogen calumnias y salen a contarlas. Mis enemigos se juntan y cuchichean contra mí, me hacen responsable de mi mal. Dicen: “Lo que le ha sobrevenido es cosa del demonio; de esa cama no volverá a levantarse”. Hasta mi mejor amigo en quien yo confiaba y que compartía el pan conmigo me ha puesto la zancadilla.


Muchas veces me he cuestionado el por qué Jesús decidió tener a Judas dentro de su grupo de discípulos sabiendo que lo traicionaría.  Obviamente podría haber sucedido todo sin él.  Sin embargo, era importante para Dios mostrarnos una lección sumamente importante sobre la naturaleza caída que tenemos y, lo que muy probablemente viviremos en nuestras vidas: la traición.  Tal vez no vivamos algo como Jesús de vida o muerte o como David mientras describe en el salmo su gran dolor por haber perdido a su amigo, pero sin duda nos dolerá y será difícil de aceptar.  Recuerda que Satanás no se muestra como el “diablito rojo” fácil de reconocer.  ¡Al contrario!  Busca filtrarse sin que nos demos cuenta.  Nos hace que dudemos sobre nuestros principios y maneras de pensar.  Y así, sin darnos cuenta por no estar constantemente pegados al Señor, podemos estar cayendo en las mismas acciones que se describen en el pasaje.  Hablando mal de alguien.  Deseando mal a alguien y pensando que no merece lo que tiene.  Satanás es tan listo y mi orgullo tan grande, que muchas veces cuando leo la biblia, como en este pasaje, solamente pienso en cómo reaccionaría si me pasara algo como lo que le pasa a David.  ¿Cómo reaccionaría ante alguien que me desea el mal?  ¿Cómo reaccionaría ante un amigo que me pone una zancadilla para que me caiga?  Pero, y aquí está lo sorprendente, no pienso inmediatamente si yo no he hecho eso en primer lugar.  ¿Te das cuenta?  ¡Primero soy inocente y pienso que nunca podría hacer algo malo!  Sin duda trato de hacer la voluntad de Dios, pero eso no me quita mi voluntad carnal ni mis malas acciones.  En lugar de estar pensando en quién nos desea el mal, quién nos hizo daño y a quién no queremos perdonar, deberíamos estar pensando si no hemos lastimado a alguien sin siquiera darnos cuenta.  Deberíamos estar pensando si no le hemos fallado a algún amigo cuando nos necesitaba y se sintió traicionado.  En pocas palabras: deberíamos estar pensando menos en nosotros y los males que recibimos y más en pedir constantemente al Señor que nuestras acciones siempre sean conforme a su voluntad y no seamos como aquellos que describe David en el pasaje de hoy.

 

Oración

Señor: te pido abras mis ojos, mi corazón y mi mente para darme cuenta de lo que hago y el impacto de mis acciones.  No permitas que haga daño a nadie, sino que mi vida lleve siempre amor y esperanza a los que me rodean.  Guíame en tu voluntad.  En Cristo Jesús.  Amén.

No hay comentarios: