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3 may 2009

Mateo 27:3-4

Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos. He pecado, les dijo, porque he entregado sangre inocente. ¿Y eso a nosotros qué nos importa? Respondieron. ¡Allá tú!

Cuando te das cuenta de que has hecho algo mal ¿qué es lo primero que haces? En general, pienso que todos tratamos primero de justificarnos y luego, resarcir el daño que hemos hecho. Buscamos disminuir el impacto de nuestra falta de atención y desobediencia pero sobre todo, intentamos sentirnos “menos mal” sobre lo que hicimos. Nos aprendemos frases que nos ayuden a seguir adelante y que nos “curen” de las consecuencias de nuestros actos. Preferimos escuchar consejos que nos “apapachen” en lugar de aquellos que nos ponen en nuestro lugar. Acudimos a aquellas personas que no serán tan duras en su opinión y evitamos a los que buscarán abrirnos los ojos. Pero dentro de todo este mar de sentimientos y emociones, ¿dónde está Dios? ¿En qué momento le pides perdón a Él?
Judas fue confrontado por Jesús sobre su traición. En su propia cara le dijo que sabía lo que había hecho. No fue sino hasta que escuchó que Jesús fue condenado a muerte, cuando su poca conciencia despertó y le hizo entender el mal que había cometido. ¿Cuánto tiempo te tardas en darte cuenta de tus errores? ¿Cuántas veces no has hecho algo malo y ni siquiera te percataste? A veces lastimamos con lo que decimos o hacemos y no percibimos el daño causado. En otras ocasiones, sí nos damos cuenta y tratamos de no pensar en ello.
¿Qué debes hacer cuando entiendes que has hecho algo malo?
¿Salir y tratar de arreglarlo lo antes posible?
¿Pedir perdón?
Aquellos que salen a arreglar su problema por ellos mismos pueden ver su resultado en la historia de Judas. Él fue y devolvió las monedas, confesando que había entregado sangre inocente. ¿No parecería suficiente? Para el parámetro de Judas no lo fue. Siguió sintiéndose tan mal que lo único que pudo apagar esa sensación fue quitarse la vida.
Cuando comprendes que has hecho mal, lo primero que debes hacer es acudir ante Dios y pedirle perdón. Judas entendió solamente la parte de pedir perdón e intentó hacerlo con los hombres, pero la respuesta de ellos fue: “¡a nosotros qué nos importa!” ¡Los humanos NO podemos hacer nada al respecto! ¿Qué esperaba Judas que le dijeran? ¿Estás perdonado, no te preocupes, vamos a regresar todo a su normalidad? Definitivamente no iba a pasar. Me imagino que recordó las palabras de Jesús al paralítico: tus pecados te son perdonados (mateo 9:2) pero en su dureza de corazón no supo acudir al único que podría perdonarlo.
Los hombres no perdonan los pecados sino Dios. Los hombres podemos perdonar las faltas que nos hacen pero solamente Jehová puede perdonar nuestros pecados. Judas, aún viviendo con Jesús no lo pudo entender. Hoy te animo a que tú sí lo entiendas. Híncate, pide perdón a Dios, arrepiéntete de tus pecados y empieza una nueva vida.

Oración
Señor: perdona mis pecados. Hoy entiendo que solamente tú puedes limpiar y perdonar mis faltas. He tratado de corregir mis errores yo solo, pero ahora quiero hacerlo de la manera correcta que es a través de Jesús. Te doy gracias por enseñarme que Tú perdonas a los que nos arrepentimos y por los ejemplos en tu palabra que me ayudan a seguir un camino correcto y agradable a Ti. Gracias en el nombre de Jesús.
Amén

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