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6 may 2009

Mateo 27:27-31

Los soldados del gobernador llevaron a palacio a Jesús y reunieron a toda la tropa alrededor de él. Le quitaron la ropa y le pusieron un mando de color escarlata. Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante él, se burlaban diciendo: ¡Salve rey de los judíos! Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza. Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.



¿Por qué escribir tanto acerca de la crucifixión? Porque es necesario que entendamos lo que tuvo que atravesar Jesús por nosotros y por todos aquellos que lo reconozcan como Salvador y Señor.
Todos estos versículos, todo este sufrimiento y ¡todavía no empezaba su camino hacia la cruz! A penas empezaba su martirio. ¡Con razón estuvo orando toda la noche y pidiendo que se hiciera la voluntad del Padre! ¿Quién quiere pasar por algo similar? Solamente el amor de Dios puede tolerar esto. Solamente nuestro creador pudo encargarse de enviar al único apto para sufrir por los pecados de la humanidad: su Hijo.
Los soldados le quitan la ropa y al ponerle la túnica de color buscaban burlarse de su “reinado fallido”. Lo que es difícil de entender es la cantidad de golpes y maltratos que tuvo que sufrir Jesús. ¿Por qué se tenían que burlar todo el tiempo de Él y llegar al punto en que le escupían y lo golpeaban como si fuera lo peor que existiera o ha existido?
Cuando pecamos, no nos cae un rayo del cielo y nos parte en dos. Tampoco sale un “diablito” del lado izquierdo de nuestra oreja a decirnos “bien hecho”. Nuestro pecado nos separa y rompe la relación que podemos tener con Dios. Todo lo que sufrió Jesús es lo que cada uno de nosotros hubiera tenido que sufrir a causa de nuestros pecados. Abominación es para Dios el pecado.
El sacrificio de Jesús no es una historia para una película o libro, es la historia de la salvación del mundo y explica el COSTO que se tiene que pagar por el pecado que cometes. No hay justo ni aún uno. Por cuanto TODOS pecamos, somos destituidos de la gracia de Dios. Absolutamente todos. Cada uno de nosotros pecamos. Es momento de entender la gravedad de lo que hacemos mal. No se trata de orgullo o de necedades sino de comprensión. Tu pecado te separa de Dios y minimiza el gran sacrificio que hizo Jesús por ti.
Pero no todo es tristeza o depresivo. De hecho todo esto que hizo Dios a través de Jesús es ¡causa de gozo! Gracias a su sacrificio podemos arrepentirnos y pedir que nuestros pecados sean perdonados. ¡No tenemos que “atravesar” por la verdadera paga de esos pecados! ¡Jesús ya pasó por ti y por mí!

Oración
Dios: es increíble lo que hiciste por mí y yo no he hecho nada para merecerlo. Gracias por enviar a Jesús y en nombre de él te pido que perdones mis pecados. Ayúdame a entender y valorar lo que Jesús hizo y no olvidar lo abominable que es para ti mi pecado. Guíame por el camino correcto y dame sabiduría para poder compartir con los demás este sacrificio tan increíble que hizo Jesús por nosotros. Te lo pido en el nombre de Jesús.
Amén

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