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9 dic 2009

Juan 8:11

Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni Yo te condeno; vete y no peques más.




El amor de Cristo es tan grande que llega a ser incomprensible. Por el contrario, el odio humano puede ser tan desagradable que no le importa destrozar vidas…

En la escena de este versículo, llegan varios conocedores de La Ley (la Palabra de Dios) y le presentan a Jesús a una mujer que fue sorprendida en adulterio. Si bien, este pasaje tiene demasiadas vertientes para ser analizadas, solamente me enfocaré en dos: el odio y egoísmo humano contra el amor de Dios.

Primero, me parece sumamente difícil que por cuestiones de suerte, estos religiosos pudieran haber sorprendido a la mujer en adulterio, si su propio esposo no figuraba en la escena, ¿cómo es posible que los fariseos y escribas sí sabían al respecto? Me imagino que todo fue meticulosamente planeado e investigado para poderla “sorprender”. ¿Qué buscaban con sorprenderla? ¿Corregir sus malas decisiones? ¿Darle consejería conyugal? La estaban utilizando de “carnada” para tentar a Jesús y ver cómo respondía ante tal situación con toda la gente viendo y escuchando. El castigo por lo que la mujer había hecho era simple y conciso: morir apedreada. La verdad es que esta mujer tenía menos probabilidad de vivir ¡que una persona nadando con tiburones! Al ser sido sorprendida en adulterio y sobre todo expuesta de tal forma, solamente un milagro podría rescatarla del camino a la muerte por lapidación. Ese milagro se llama Jesús.

Mientras que, por un lado, los hombres nos destrozamos, nos utilizamos, nos aplastamos, por el otro, surge un Dios lleno de amor dispuesto a abrirnos sus brazos a pesar de que le hemos fallado, lo hemos insultado y le hemos dado la espalda, un Dios con un amor tan grande que está dispuesto a perdonarnos aunque no lo merezcamos, un Dios tan amoroso que prefirió sacrificar a su Unigénito para que nuestra comunión con Él pudiera ser restablecida.

La mujer no era una santa. Definitivamente había pecado y estaba haciendo algo incorrecto. Lo interesante es reflexionar sobre esta mujer y su pecado y tratar de entender cuánto te pareces a ella. Es fácil pensar que no somos como esa mujer pues no hemos adulterado, pero ¿cuánto te ha perdonado el Señor? ¿Cuántas veces le has fallado a Dios? Es probable que no te hayan expuesto por tus pecados, pero entre Él y tú saben perfectamente lo que hay que corregir. A mí me ha perdonado mucho… espero que a ti también.

El amor de Dios es increíble y digno de imitar en todo momento. El egoísmo y odio humano es cien por ciento destructivo. Dios te pide que lo ames sobre todas las cosas y que ames a tu prójimo como a ti mismo. ¿Cuánto amor hay en ti? ¿Cuánto odio? Te invito a que el amor de Dios predomine en tu vida.


Oración

Padre: no merezco tu amor tan grande e increíble. Perdona mis pecados y mis faltas contra Ti y ayúdame a amar a mi prójimo como Tú me lo pides. Te pido que quites todos mis odios y egoísmos que han sido guardados en mí desde hace ya tanto tiempo. Quiero vivir imitando tu amor. Oro a Ti en el nombre de Jesús

Amén

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