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20 ago 2010

Hechos 1:6-7

Entonces los que estaban reunidos con Él le preguntaron: -Señor ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino de Israel?- -No les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinado por la autoridad misma del Padre.- Les contestó Jesús.



Jesús había sido crucificado y durante cuarenta días se les presentó para darles pruebas de su resurrección. En una de estas apariciones, Jesús les da instrucciones de permanecer en Jerusalén y en eso los discípulos le preguntan sobre la restitución del reino de Israel.
Pienso en lo que habrá pasado por la mente de Jesús. Pienso en lo que pasa por mi mente cuando me preguntan algo que ya contesté previamente o que no tiene nada de relevancia. Pienso en cuántas preguntas le hacemos a Dios con la misma intención que los discípulos y recibimos la misma respuesta: no nos toca conocer el momento determinado ni la forma. ¿A qué preguntas me refiero? ¿Cuándo tendré trabajo; cuándo podrás sanar a esta o aquella persona; cuándo terminará esta situación; cuándo tendré más claridad; cuándo vas a cambiar esto o aquello; cuándo, cuándo y cuándo?
No nos corresponde conocer ni la hora ni el momento determinado por la autoridad del Padre para lo que ha de venir ni lo que deba tardar tal o cual evento. Pero nos gusta aferrarnos a encontrar una respuesta o una señal. Vemos por aquí y por allá. Al final tenemos que entender que estamos buscando donde no encontraremos… Dios no tiene por qué contestar nuestras preguntas. De hecho, debemos de verlo al revés: ¿qué derecho tenemos de cuestionarlo?
En el pasaje, podemos pensar que la pregunta tenía un tono de mera curiosidad, pero pienso que por el tipo de pregunta nos muestra que los apóstoles, como muchas otras personas, estaban esperando que roma dejara de estar por encima de ellos y se establecieran nuevamente como nación independiente.
Jesús les enseñó en repetidas ocasiones que su venida no era para resolver temas políticos. Conforme los discípulos fueron madurando esas palabras y respuestas como la de hoy, comprendieron que el reino que Jesús trajo fue la reconciliación a través de su sangre y la venida del Espíritu Santo a nuestras vidas. Pudieron entender que el reino que se establecía era personal y se derrotaba a las tinieblas y la muerte con la resurrección de Jesús. ¿Lo puedes entender?
A veces tenemos momentos difíciles. A veces no entendemos lo que pasa o el por qué está pasando. Lo que sí podemos saber, es que no tiene caso llenarnos de preguntas que no llevan a ningún lado y que no nos corresponde conocer la respuesta. ¿Acaso podemos cuestionar la voluntad de Dios? Mejor dediquémonos a reenfocar nuestros esfuerzos para seguir a Jesús y deshacernos de todo aquello que nos estorba en nuestro caminar con Él. Busquemos Su reino y dejemos de buscar respuestas a preguntas que no nos corresponden…

Oración
Padre: entiendo que eres el Señor de todas las cosas y no soy nadie para cuestionarte. Gracias por mostrarme que debo dedicarme a buscar tu reino y Tú te encargas de todo lo demás. Te pido que traigas paciencia a mi vida. en Cristo Jesús
Amén.

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