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2 ago 2012

Hechos 28:21-22



Nosotros no hemos recibido ninguna carta de Judea que tenga que ver contigo, le contestaron ellos (los judíos), ni ha llegado ninguno de los hermanos de allá con malos informes o que haya hablado mal de ti.  Pero queremos oír tu punto de vista, porque lo único que sabemos es que en todas partes se habla en contra de esa secta.  Señalaron un día para reunirse con Pablo, y acudieron en mayor número a la casa donde estaba alojado.  


¿Cuántas veces nos adelantamos a lo que va a pasar?  Seguro va a decir esto.  Pienso que va a querer aquello.  Van a pedir que sea de esta manera.  No va a querer escuchar.  Seguramente ya le han dicho mentiras y estará predispuesto.  ¡Piénsalo!  ¿Cuántas ocasiones has atravesado en las que llegaste totalmente predispuesto y listo para actuar?  Si nos pusiéramos en los zapatos de Pablo por unos momentos, imagina lo que estarías pensando cuando se acercaba el momento de reunirte con los judíos.  Venías de haber tenido varios altercados con ellos.  Consiguieron testigos falsos para hablar mal de ti.  Planearon una emboscada para asesinarte y pactaron no tomar alimento hasta conseguirlo.  Seguramente ya habían ido a Roma o enviaron carta diciendo que irías para allá.  Tal vez el plan de asesinato seguía en pie.  Finalmente llega el día.  Hay algo de nervios.  Antes de preguntar cualquier cosa, empiezas a explicar tu situación.  En retrospectiva, la presentación de Pablo resulta un tanto defensiva.  Pero lo interesante es la respuesta que recibe: nosotros no hemos recibido noticia de ti ni han hablado nada malo en tu contra.  ¿En serio?  Pensó Pablo.  Y así nos pasa también.  Llegamos pensando que pasará tal o cual cosa y al final ocurre lo contrario.  ¿Por qué?  Porque nos adelantamos y no dejamos que Dios muestre su voluntad.  Porque nos enredamos con el día a día.  Porque olvidamos las promesas de Dios y queremos tomar acción.  Porque según nosotros, queremos llegar “preparados”.      Hacemos a un lado la confianza en Dios y comenzamos a mover todo aquello que está dentro de nuestras posibilidades.  ¿Quieres un aumento de sueldo o de puesto?  Piensas en cómo decirle a tu jefe, tratas de ver cómo demostrar que has hecho un buen trabajo, recopilas tus resultados y los comparas con el resto.  ¡En verdad lo mereces!  Todo esto lo haces y lo planeas conforme a lo que piensas que te van a decir o van a reaccionar.  ¿Qué tal si mejor haces una oración y pides primero la aprobación del “jefe de jefes” para tu aumento?  Si está dentro de la voluntad de Dios, también puedes pedir para que el Señor ponga en el corazón de tu jefe el verte con agrado.  ¿Ves la diferencia?  No quiere decir que no prepares tu entrevista.  Debes preparar tus resultados.  Lo que no debes hacer es brincarte al Señor.  Hay personas que no quieren hablarle de Dios a sus vecinos porque son de tal o cual forma.  ¿Ya le preguntaste a Dios cuál es su voluntad?  Estoy convencido que Pablo se sorprendió cuando escucho la respuesta de los judíos.  Asimismo estoy convencido que te sorprenderás de todas las respuestas que Jehová te dará cuando primero acudas a Él y le permitas mostrarte su camino para ti.  ¡No estés predispuesto!  ¡No limites nada antes de que suceda!  Primero acude al Señor y deja que Él abra puertas.  ¡Déjate sorprender por el que te ama y quiere lo mejor para ti!
Oración
Padre Santo: ¡te doy tantas gracias por tu cuidado y amor tan increíble!  Te pido Señor porque pueda dejar de estar predispuesto y sobretodo que aprenda a buscarte primero a ti y entender si es o no el camino que tienes para mí antes de actuar.  Padre, ayúdame a confiar en tus promesas y a vivir conforme a tus principios.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén.

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