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2 may 2014

Hebreos 7:11-13

Si hubiera sido posible alcanzar la perfección mediante el sacerdocio levítico (pues bajo éste se le dio la ley al pueblo), ¿qué necesidad había de que más adelante surgiera otro sacerdote, según el orden de Melquisedec y no según el orden de Aarón?  Porque cuando cambia el sacerdocio, también tiene que cambiarse la ley.






Un poco de historia siempre ayuda a entender mejor los pasajes.  Recordemos que antes de Jesús, se tenían que realizar sacrificios con animales de ciertas características para expiación de pecados.  Esto se hacía constantemente hasta que Cristo viene y se consuma el sacrificio perfecto.  ¿Quién más podría morir mejor que Él?  ¿Qué más se podría sacrificar que sea superior a Él?  No hay nada ni nadie que pueda superarle.  Él es perfecto y sin mancha.  Totalmente justo.  Por esta razón, hoy en día no hacemos ni necesitamos ningún tipo de sacrificio.  Ojo, hay personas que siguen queriendo realizar “mini” sacrificios para “mejorar” su comunión con Dios.  Le dicen a Dios que van a dejar de hacer esto o aquello.  Es nuestro deber informar, en el amor del Señor, que Él no necesita ningún sacrificio de nuestra parte sino que Jesús ya ha hecho el sacrificio perfecto y nuestra parte es reconocer la necesidad de Él.  Entonces, si entendemos cómo funcionaban las cosas, es muy importante entender el pasaje de hoy.  Lo que nos está enseñando es la confirmación, de lo que hemos venido aprendiendo, puesta en práctica.  Quiere decir que, un hombre no puede llevarnos a la perfección.  No hay obra alguna que pueda llevar a una persona a reconciliarse con Él.  ¡Por eso Cristo viene de otra tribu!  Para que la gente no pensara que la genealogía seguía siendo importante.  Para que dejaran atrás muchos errores en su entendimiento de Dios.  Para que entendamos hoy en día que Dios no está en un santuario ni tiene comunión con unos cuantos que son “santos”.  Cristo vino y murió para derramar su amor y permitirnos llegar a la perfección.  La santidad no puede llegar con nada que hagamos como humanos.  No hay ningún sacrificio que pueda llevarnos al mismo lugar como lo hace el sacrificio de Jesús.  ¿Lo puedes entender?  Por eso Cristo viene de otra tribu.  Era necesario separar lo que el hombre hacía de lo que nuestro Señor venía a demostrar.  Hoy en día es igual de importante entender la diferencia entre lo que nosotros podemos hacer para perfeccionarnos y lo que Jesús hace.  La gente piensa que puede ser buena.  La gente piensa que al no hacerle daño a nadie ya están haciendo bien las cosas.  La gente se justifica con cualquier idea que escucha o que considera buena.  Tristemente las cosas no funcionan así y por eso escribo estos devocionales y trato de que lleguen al mayor número de personas.  Porque nosotros no ponemos las reglas sino Jehová.  Porque nosotros no decidimos sino El Creador.  Cristo proviene de otra tribu para enseñarnos que, como hombres, nada, absolutamente nada podemos hacer para llegar a esa perfección o santidad.  Ningún sacerdote.  Ni el mismo Aarón.  Solamente a través de Cristo podemos lograrlo.  Mientras tanto, la gente se pierde.  Hoy te animo a que compartas este mensaje.  Pon en tu corazón la carga de anunciar a Cristo y nuestra necesidad de reconocerle.  No dejes que la gente siga en el camino equivocado.  Anunciemos el evangelio.  Cristo ya hizo lo más importante y doloroso.  ¡Ya entregó su vida y pagó por nuestros pecados!  ¿Cómo vamos a desaprovechar este gran regalo?  ¿Cómo no vamos a compartirlo?  Él ya hizo todo.

Oración
Señor: Gracias.  Tú has mandado a tu Hijo para que yo pueda tener vida.  Permitiste que sufriera sin merecerlo y pagó por lo que yo debía.  Gracias por tanto amor.  Hoy entiendo que no hay nada que pueda hacer para ser santo sino que solo a través de Cristo puedo ser reconciliado contigo y alcanzar la perfección.  Padre, que Cristo reine en mi vida y transforma mi ser para que mis acciones sean agradables a Ti.   Perdona mis pecados y gracias por hablar a mi corazón y darme entendimiento para cambiar y comenzar a caminar por el camino correcto.  En Cristo Jesús.  Amén 

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