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20 may 2014

Hebreos 9:1-10

Ahora bien, el primer pacto tenía sus normas para el culto, y un santuario terrenal.  En efecto se habilitó un tabernáculo de tal modo que en su primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes consagrados.  Tras la segunda cortina estaba la parte llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía el altar de oro para el incienso y el arca del pacto, toda recubierta de oro.  Dentro del arca había una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que había retoñado, y las tablas del pacto.  Encima del arca estaban los querubines de la gloria, que cubrían con su sombra el lugar de la expiación.  Pero ahora no se puede hablar de eso en detalle.  Así dispuestas todas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte del tabernáculo para celebrar el culto.  Pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote, y sólo una vez al año, provisto siempre de sangre que ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia cometidos por el pueblo.  Con esto el Espíritu Santo da a entender que, mientras siga en pie el primer tabernáculo, aún no se habrá revelado el camino que conduce al Lugar Santísimo.  Esto nos ilustra hoy día que las ofrendas y los sacrificios que allí se ofrecen no tienen poder alguno para perfeccionar la conciencia de los que celebran ese culto.  No se trata más que de reglas externas relacionadas con alimentos, bebidas y diversas ceremonias de purificación, válidas sólo hasta el tiempo señalado para reformarlo todo.


Satanás, como lo he dicho en repetidas ocasiones, es sumamente inteligente.  Nos confunde y sutilmente aparta de Dios.  Ahora la tendencia es predicar a un dios de amor, amor y solamente amor.  ¡Por supuesto que Dios es amor!  ¡Es la esencia misma del amor!  Nadie puede amar si no le conoce.  De ahí el engaño tan perfecto y sutil de Satanás.  ¿Cómo?  Tratando de hacernos pensar en el amor y olvidar que es precisamente ese amor el que llevó a la entrega y sacrificio del Unigénito.  Si lees con atención el pasaje, te darás cuenta del ritual que se seguía para el perdón de los pecados.  Se ofrecían los panes consagrados y para entrar al lugar santísimo, el mismo sacerdote debía ofrecer sacrificio por sus propios pecados y por los del pueblo.  ¿Qué quiero decir entonces?  Que la biblia nos habla de nuestra naturaleza pecaminosa y la importancia de reconocer a nuestro Redentor.  El evangelio es la esperanza de poder ser redimidos una vez y para siempre por el sacrificio perfecto de Cristo.  Mientras tanto, Satanás quiere promover un evangelio de un dios que es nuestro amigo y nos ama y todos somos felices.  La biblia nos dice que no hay una sola persona que sea justa y sin pecado.  Nos dice que el pecado se paga con la muerte.  Nos dice que hay un cielo y un infierno.  Nos dice que el enemigo acecha como un león queriéndonos devorar.  ¡De ahí la importancia del sacrificio de Cristo!  Por otro lado, Satanás nos confunde al pensar que todo es amor.  Que debemos amarnos a nosotros mismos.  Debemos perdonarnos a nosotros mismos.  Debemos aceptarnos.  ¿Te suena familiar esta teoría?  ¡Por supuesto!  Es lo que el mundo promueve.  ¿Quieres estar bien?  Necesitas amarte.  Necesitas aceptarte.  ¡Error!  Ese es el diablo queriendo confundirte.  ¿Cómo lo sé?  Porque la biblia dice lo contrario.  La biblia nos dice que debemos morir a nosotros mismos.  Dice que nuestro corazón es perverso.  Dice que el pecado mora en nosotros.  ¿Cómo amarnos siendo lo que somos?  ¡Por eso hay tanto problema en el mundo!  Amamos lo equivocado.  Mientras que el Señor nos puso el camino para entender nuestra situación, desde antes de Cristo a través del tabernáculo y después con el sacrificio de Jesús, nosotros seguimos buscando equivocadamente.  El tabernáculo representaba perfectamente lo que somos y lo que el pecado causa en nosotros y nuestra comunión con Dios.  El Señor siempre ha sido muy claro con respecto a nuestro pecado.  El pasaje de hoy nos recuerda que desde el principio, hemos tenido la necesidad de ser perdonados por nuestros pecados.  No dejemos que el enemigo nos confunda y haga pensar que el pecado no existe y que Dios es solamente amor.  No olvidemos el sacrificio que hizo y el gran problema que es el pecado.  Dios ama a todos.  Sin embargo, aquellos que no le reconozcan no entrarán con Él en el cielo.  Piénsalo.

Oración

Padre: hoy entiendo la gravedad de mi pecado y el enorme sacrificio que se realizó para pagar por lo que yo merecía pagar.  Te pido perdón y sobre todo, que siempre guarde en mi corazón lo que hiciste por mí.  Permite que mi vida de testimonio de lo que has hecho por mí y de luz a los que siguen en oscuridad.  Gracias por tanta misericordia.  Gracias en Cristo Jesús.  Amén

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