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2 jul 2015

Salmos 13:1-2

¿Hasta cuándo Señor, me seguirás olvidando?  ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?  ¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mi corazón?  ¿Hasta cuándo el enemigo me seguirá dominando? 



¡Me encanta leer pasajes como el de hoy!  Nos muestran la cruda realidad.  A un David muy humano.  Muy carnal.  Muy poco admirable.  Cansado.  Desesperado.  Angustiado.  Confundido.  Aplastado.  Cometiendo errores al cuestionar que Dios le ha olvidado y ha apartado su rostro de él.  Veo un David que se parece a mí.  Veo a un David con el que me identifico.  Un David más real.  Gracias a Dios por la perfección de su palabra que nos muestra los dos lados de la moneda.  No estudiamos puros momentos lindos y ninguna prueba.  Al contrario, leemos momentos de gloria seguidos de tristeza y abatimiento.  ¡Así es la vida!  No te sientas mal que el día de ayer oraste y hoy otra vez estás mal.  No te desanimes si oraste en la mañana y después de unos minutos nuevamente estabas cayendo.  ¡Es normal!  Imagina que somos como un niño aprendiendo a caminar.  Es normal que se caiga muchas veces antes de lograrlo.  Pues nosotros somos niños espirituales en crecimiento.  Algunos son más grandes que otros pero todos seguimos el mismo proceso de madurez y así, los retos se van volviendo más y más complicados pues la perfección no llega fácilmente.  A David se le reconoce hoy como un gran hombre de Dios.  Jehová mismo le describe como: un hombre conforme a mi corazón (Hechos 13:22).  Pero hoy leemos un momento de su vida donde no estaba bien.  Tal vez tú estás así el día de hoy.  Tal vez alguien que conoces está así.  No podemos perder la perspectiva y dejar que el día a día nos apague.  Si te identificas con lo que David atravesaba, debes saber que no hay una respuesta mágica a tu situación.  Lo que sí debes hacer es mantenerte en oración constante y buscando al Señor en todo momento.  No importa que sea cada 5 minutos.  Él nunca se cansa de escucharnos.  No te sientas mal de venir a Él abatido y sin esperanza.  Al contrario, disfruta que tienes a un Dios que te ama y se preocupa por ti, un Dios que te espera con los brazos abiertos para consolarte y llenarte de su paz.

Oración

Padre: estoy abatido.  Estoy angustiado.  Me siento sin salida.  Hoy entiendo que Tú no me has abandonado y que las pruebas me hacen crecer espiritualmente.  No permitas que me aparte de Ti.  No permitas que el día a día me distraiga.  Yo quiero seguirte y aprender lo que quieras mostrarme aunque sea difícil para mí.  Guía mi vida Señor.  En Cristo Jesús.  Amén.

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