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18 ago 2015

Salmos 17:1-2

Señor, oye mi justo ruego, escucha mi clamor, presta oído a mi oración pues no sale de labios engañosos.  Se Tú mi defensor, pues tus ojos ven lo que es justo.



Hace unos días, mi sobrino estuvo de visita en la casa.  Un día vio que tenía un juego en mi Ipad y preguntó de qué se trataba.  En ese momento tenía que salir y le dije que le explicaría después.  Cuando regresé nuevamente preguntó.  Le dije nuevamente que se lo mostraría más tarde.  Y así, al poco tiempo, volvió a preguntar.  Si lees con atención el salmo de David y eres honesto con tus oraciones, no somos tan distintos a mi sobrino.  Un niño, cuando algo le interesa, busca sin cesar y pregunta continuamente hasta lograr su resultado.  Así también nosotros cuando nos encontramos en un momento difícil.  Buscamos una respuesta.  Nos angustiamos.  Queremos que las cosas se aclaren y podamos conectar los puntos para entender el por qué.  Si tienes una buena comunión con Dios, te encontrarás como David, orando una y otra vez explicando tu causa.  Él dice: 1. Oye mi ruego; 2. Escucha mi clamor; 3. Presta oído a mi atención.  ¡Tres veces le pide al Señor que escuche lo que tiene que decir.  ¿Acaso Dios no nos escucha a la primera?  ¿Estaba tratando de asegurarse que su oración no pasara desapercibida?  Lo que realmente vemos en esta oración de David al Dios Padre es un corazón conforme a la voluntad de Jehová.  Sin importar las circunstancias, David sabe que Él es su defensor y juez.  David habla desde lo más profundo de su corazón.  ¡Por eso repite tres veces que su oración sea escuchada!  Así como un niño que constantemente busca algo.  Los niños no se detienen.  A ellos no les da pena.  Un niño simplemente tiene su vida y su corazón abiertos.  Así quiere Dios que seamos.  Que abramos nuestro corazón y nuestra mente a Él.  Sin restricciones.  Sin ocultar nada.  Lo que sea que atraviesas, dile a Dios cómo te sientes.  Repítelo una y otra vez.  Dios no se cansa y escucha cada una de nuestras oraciones.  Aprendamos a orar.  Con el corazón y nuestra voluntad a los pies de Jehová.  Así oró David.  Ante una dificultad tan grande, simplemente pudo decir: Señor, escucha mi oración.  Hagamos lo mismo y confiemos en Él.

Oración

Padre: aquí estoy rendido ante Ti.  Toma mi vida.  Toma mi corazón y reina.  Confío en Ti.  Creo en tu palabra.  Quiero pedirte que no permitas que me aparte de Ti sin importar las circunstancias.  Examina lo que hay en mí.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén

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