Vistas de página en total

10 ene 2017

Salmos 32:3-5 Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Pero te confesé mi pecado y no te oculté mi maldad. Me dije: “voy a confesar mis transgresiones al Señor” y Tú perdonaste mi maldad y mi pecado.

Conforme voy aprendiendo más de la palabra de Dios y buscando aplicarla en mi vida, más abro los ojos y entiendo la diferencia del camino que el Señor tiene para nosotros y lo opuesto que es el camino que nuestra carne, nuestra naturaleza caída quiere.  Pero no termina ahí.  Hoy puedo ver la destrucción que ocasiona a mi vida el seguir “mis instintos”.  Hoy puedo ver el daño que ocasiona dar “rienda suelta a mis pasiones”.  Ojo, pasiones no implica solamente el ámbito sexual.  La ira, el rencor, la falta de perdón, el egoísmo, la mentira, etc., todas estas son pasiones que vienen de nuestra carne y debemos aprender a controlarlas a través del espíritu.  Lo que puedo compartirte el día de hoy es lo destructivo que resulta pensar que lo que hacemos no trae consecuencias.  Lo desastroso que es vivir sin confesar nuestros pecados ante Dios.  ¿Qué pasa en nuestras vidas cuando no venimos ante Jehová?  Simple.  David lo describe perfectamente en estos versículos: mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día; mi fuerza se debilitó porque día y noche tu mano pesaba sobre mí.  No es coincidencia que nos sintamos mal.  Es la manera en la que Dios nos hizo para que aprendamos a voltear a Él.  Mientras no confesamos nuestros pecados, mientras sigamos nuestro camino y le demos la espalda al Creador, no podemos esperar que haya bendición en nuestra vida, no podemos esperar que haya paz y gozo.  No.  Lo único que habrá es vacío.  Tu vida se consume por dentro y tienes un malestar que no termina.  Piénsalo.  En la novela de Dostoievsky, Crimen y Castigo, el personaje principal no puede dejar atrás el crimen que cometió.  Día y noche lo carcome sin poder hacer nada al respecto.  ¡Así es nuestro pecado!  Nos destruye por dentro.  Por más que queramos pensar que no pasa nada, la realidad es distinta.  ¡Pasa mucho!  Hay una cita del hombre más rico del mundo, Bill Gates, que dice: aprendemos de los errores, pero es mejor aprender de los errores de los demás.  La biblia está llena de los errores de los demás para que no hagamos lo mismo.  Está llena de ejemplos que nos guían y nos ayudan a entender que Dios sabe y entiende lo que estamos pasando.  Hoy quiero animarte a utilizar el ejemplo de David.  Su sufrimiento.  El momento tan oscuro que pasó por no querer confesar su pecado.  ¡No lo sufras tú también!  No tiene sentido.  No seas necio.  David ya lo sufrió.  ¿Para qué sufrirlo nuevamente?  Lee la segunda parte del pasaje.  Una vez que confesamos nuestros pecados, Dios es fiel para cumplir su palabra y perdonarnos.  No te recibe con una vara para darte disciplina sino con los brazos abiertos.  ¡Pide perdón!

Oración

Señor: Perdóname.  He pecado contra Ti y vengo a pedirte perdón.  Hoy entiendo que estoy destruyéndome por dentro por querer ocultar mi pecado.  Abre mi corazón y perdóname de todo lo que hay en él.  Transforma mi vida para que no siga igual.  Guíame por tu camino pues quiero dejar el mío.  En Cristo Jesús.  Amén

5 comentarios:

Unknown dijo...

Hola me gustaría contactarte, saludos.

tiempo con dios dijo...

Hola Santiago, puedes escribir a tiempocondios@yahoo.com

Unknown dijo...

Hola... Soy adventista
Los q guardan adoran a Dios los sabados x lo mismo escrito exodo 20obedeciendo su ley como esoejo oara nosotros... Saludos tte aliciaa

Un Tiempo con Dios dijo...

Saludos

Anónimo dijo...

Hola puedo hablar en privado nesecito resolver unas dudas