Vistas de página en total

23 ene 2017

Salmos 32:8-9 El Señor dice: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir, yo te daré consejos y velaré por ti. No seas como el mulo o el caballo que no tienen discernimiento y cuyo brío hay que domar con brida y freno para acercarlos a ti”.

La película “El Padrino” es una de mis favoritas.  Toca temas demasiado reales.  Dinero.  Poder.  Rencor.  Pasiones.  Egoísmos.  Odios.  Fama.  El hermano del personaje principal, se llama Santino, y en él me quiero enfocar.  Es el primogénito y quien debe quedarse a cargo de la familia cuando muera el padre.  Constantemente vemos a su padre calmándolo y regañándolo por hablar cuando debía callar, actuar cuando debía esperar y dejar que sus impulsos dominaran sus pensamientos y acciones.  Finalmente, termina siendo asesinado.  La biblia nos dice en este salmo: no seas como el caballo que no tiene discernimiento y necesita brida y freno para ser guiados.  Piensa en esto por un momento.  Si bien, hay personalidades que son más o menos parecidas a Santino, cada uno de nosotros tenemos algo de él en nosotros.  A veces guardamos rencores.  A veces herimos con nuestras palabras.  A veces actuamos sin pensar.  Dios te está hablando el día de hoy: escucha mis mandamientos; obedécelos y yo te protegeré.  De hecho, una y otra vez leemos en la biblia que nuestro deber no es preocuparnos por el trabajo, la comida, el vestido ni nada sino por obedecer al Señor.  Te lo repito: obedecer a Jehová.  Mientras nosotros pensamos que debemos hacer y deshacer, Dios nos dice que esperemos, que Él tiene el control.  Vuelve a leer el pasaje con detenimiento.  Trata de pensar en los momentos que has cometido errores.  Los momentos que has desobedecido.  Los momentos donde hubieras necesitado tener una “brida y freno” para haber actuado diferente.  Ahora, es normal que cometamos errores.  Somos pecadores.  Así nacimos.  Pero una vez que venimos a Dios, debemos abrir los ojos y comenzar a cambiar.  Si pones atención, el pasaje nos dice que primero debemos ser instruidos, luego seguir el camino y finalmente Él velará por nosotros.  Dicho de otra forma, tenemos dos opciones: ser como un animal salvaje que no escucha ni ton ni son o dejar que el Señor nos instruya, guíe y proteja.  ¿Lo estás entendiendo?  No es fácil.  Nuestro yo es fuerte y no nos gusta renunciar a nosotros mismos.  Este principio es sumamente fácil de leer y sumamente difícil de llevar a cabo.  ¿Por qué?  Porque significa renunciar a uno mismo y dejar que Jehová tome control.  Dios nos instruye que amemos a nuestro prójimo.  Nuestra carne nos dice que guardemos cualquier agravio y no olvidemos quién lo hizo para que no nos vuelvan a lastimar.  Dios nos dice que aborrece el divorcio mientras que nuestra carne nos hace pensar que “escogimos” mal y que debe haber otra persona que es la correcta.  Dios instruye y a nosotros nos corresponde tener fe y obedecer.  No podemos pasar a la bendición y protección del Señor sin antes pasar por la fe y la obediencia. 
Toma un momento nuevamente para hacer una pausa y cuestiona si tienes fe, estás obedeciendo y recibiendo la bendición y protección de Dios.

Oración

Padre: perdóname.  He sido desconsiderado y rebelde.  He dejado que mis impulsos dominen mi vida y hoy entiendo que no han traído nada bueno.  Te pido que seas el freno y brida de mi vida para que pueda estar siempre en tu camino y en tu voluntad.  Instrúyeme.  Abre mis ojos, mi mente y mi corazón para escuchar tu palabra y dejarte transformar mi vida.  No quiero ser un necio.  Ven a mi vida y llénala Señor.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén

No hay comentarios: