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16 ago 2011

Hechos 13:24-25

Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Mas cuando Juan terminaba su carrera dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de los pies.



¿Si esta historia ya la conocemos, para qué se repite en la Biblia? No tiene sentido, ¿en qué libro nos van a estar repitiendo lo mismo en capítulos diferentes? En ninguno. Pero como siempre, si Dios lo hace, debemos poner atención y tratar de entender el por qué. La respuesta es sencilla: el Señor quiere que pongamos atención al ejemplo que nos está dejando. ¡Cuántas personas aparecen una sola vez en la Biblia! Pero hay otras que su historia es vuelta a contar. ¿Las características de estas historias? Personas con corazones entregados al Señor.
Analicemos un poco las características de Juan el bautista. Se dedicaba a predicar el arrepentimiento a TODO el pueblo de Israel. No se limitaba por lo que la gente pudiera decir o pensar. Tampoco frenaba su trabajo porque pareciera difícil o imposible. Él decidió servir al Señor quien se encargó de llevarlo por todo el pueblo de Israel para que anunciara el arrepentimiento. Cuando comenzó a ser exaltado y confundido con algún gran profeta o el mismo Mesías, con una gran humildad explica que no es él y que además el que viene es mucho más grande al cual no es digno de hacer nada por Él. ¡Esto es impresionante! Tal vez ya has leído tantas veces estas palabras y esta historia que no te has percatado de la dimensión tan grande. Es el mejor ejemplo de humildad que encontramos en la biblia.
El fin de semana vi una película en la cual, una persona que transforma su vida al tomar una pastilla que le permite utilizar el 100% de la capacidad de su cerebro. Gracias a esto, puede realizar cosas inimaginables. Obviamente, de ser pobre, se vuelve millonario, casas, lujos, fiestas, mujeres, reconocimiento público y sobre todo poder. Esto es lo que se nos ofrece en esta tierra. Tratar de ser ricos. Tratar de ser poderosos. Tratar de vivir en lujo y sin preocupación económica. Por el contrario, hoy leemos sobre un excelente siervo de Dios que no tenía nada. Se alimentaba de miel y langostas (marcos 1:6) y cuando podía ser reconocido y exaltado decide desviar la atención a alguien más. ¿Quién quiere vivir así?
Nuestra mirada debe estar puesta en las cosas de Dios. Nuestro objetivo debe ser servirle. Debemos darle el trono de nuestra vida. ¡Qué fácil resulta quererle arrebatar al Señor todas estas cosas! Preferimos servirnos, ser nuestro propio jefe, tomar nuestras decisiones sin importar más nada. Hoy escuché que un reporte explicaba que la gente “mala” ganaba más dinero que los demás. ¡Esto es el mundo! Si bien, resulta sumamente tentador seguir nuestro camino y tratar de conseguir y disfrutar los placeres que este mundo ofrece, puedes estar convencido que no te llevarán a ningún lado. Hay testimonios de personas que tenían todo lo que acabo de enumerar. Hoy han rendido su alma a Cristo y explican que ese camino no los llevaba a ningún lugar en el que quisieran estar como el camino que el Señor ahora tiene para ellos. Espero puedas considerar el camino que ofrece Jesús. Tal vez no es tan brillante y exótico como el que ofrece el mundo. Parece simple y aburrido. Pero tarde o temprano te darás cuenta que es el camino que necesitas para tu vida y cuando decidas caminarlo entenderás que definitivamente está lleno de gozo y emoción. Este camino necesita del principal elemento que vimos en Juan: humildad. Reconocer que hay alguien mayor que nosotros. Que hay alguien de quien no merecemos que se fije en nosotros y aun así nos ama. Que hay alguien que quiere dirigir nuestra vida y sus planes son mejores que los nuestros. Que su misericordia y gracia son nuestro pan de todos los días y mejores que cualquier lujo que pudiera ofrecer este mundo. ¡Piénsalo!

Oración
Señor: definitivamente este mundo me confunde. Hay tantas cosas que llaman mi atención y parecen atractivas… hoy entiendo que tu camino es perfecto y el mejor para mi vida. Guíame en él. Guíame en tus pasos y ayúdame a no bajar la mirada pues me desvío fácilmente. Perdona mis pecados. Te lo pido en el nombre de Jesús.
Amén

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