Vistas de página en total

9 feb 2012

Hechos 18:19-22


Al llegar a Éfeso, Pablo se separó de sus acompañantes y entró en la sinagoga, donde se puso a discutir con los judíos.  Estos le pidieron que se quedara más tiempo con ellos.  Él no accedió, pero al despedirse les prometió: ya volveré, si Dios quiere.  Y zarpó de Éfeso.  Cuando desembarcó en Cesarea, subió a Jerusalén a saludar a la iglesia y luego bajó a Antioquía.


¡Cuánto trabajo cuesta entender las palabras: si Dios quiere!  Seamos honestos.  Muchas veces lo decimos porque sabemos que Dios tiene la última palabra pero prácticamente damos por hecho que se hará conforme a lo que planeamos.  Muchas personas utilizan estas palabras como muletilla o forma de estar “bien” con Dios.  Realmente no entienden la dimensión de lo que están diciendo pero lo utilizan constantemente.  ¿Cómo aprender a vivir a través de estas palabras?  ¿Cómo poder decirlas con el verdadero sentido y valor?  Pienso que la respuesta está cien por ciento relacionada con nuestro compromiso espiritual.  Cuando examinamos la vida de Pablo, podemos ver cómo poco a poco su vida se fue transformando y su dependencia al Señor fue en aumento.  ¿Qué experiencias tuvo?  Personas en su contra.  Viajar de una ciudad a otra.  Sufrir golpizas.  Estar en la cárcel por injusticias.  Pero por otro lado, también experimentó el amor, consuelo y misericordia del Señor.  Cada suceso le permitía conocer más del Dios que anunciaba y su comunión con Él crecía.  Si lo piensas, en diferente escala, nosotros también atravesamos por situaciones similares.  Estoy seguro que todos hemos vivido injusticias.  Hemos cambiado de trabajos.  Seguramente te has mudado de una ciudad o zona a otra.  Has tenido personas que buscan hacerte daño.  En fin, basta con recordar todo lo que has vivido para llenar esta hoja de ejemplos.  Pero, por otro lado, sabes también que así como atravesaste vientos en contra, pudiste experimentar la brisa deliciosa del Señor dándote paz y ánimo.  Conforme más nos comprometemos con el Señor, más nos damos cuenta de cuánto lo necesitamos y cuán poco nos necesita.  Conforme crece nuestra comunión con Dios, nos damos cuenta que nadie nos garantiza terminar el día o levantarnos la mañana siguiente.  Entendemos que hoy, el Señor nos permite comenzar un nuevo día y que debemos utilizarlo para su obra, su gloria y su reino.  Entendemos que mañana no depende de nosotros sino de Él.  A veces nos preocupamos tanto por lo que atravesamos que nos olvidamos que el Señor decidirá de manera soberana.
Hoy quiero invitarte a analizar tu vida y a reconocer que de no ser por la voluntad de Dios, hoy no estarías aquí leyendo esto.  Te invito a que en tus planes y oraciones, las palabras: Si Dios lo permite, tengan el significado y valor correcto.  Te animo a que realmente aprendas a depender del Señor y a entregarle día a día tu vida.  Cuando empieces tu día, reconoce que si Dios lo permite, llegarás al final de él.  Pablo les dijo que dependía del Señor el que regresara a visitarlos, no de sus ganas ni esfuerzos por regresar sino de la voluntad del Todopoderoso.  Aprendamos a vivir reconociendo al Señor de la misma manera.
Oración
Padre: te pido porque pueda reconocer tu grandeza y soberanía y que no pasa un día sin tu control.  Quiero vivir diciendo Si es tu voluntad, haré esto o aquello.  Te pido aprenda a depender de Ti y a vivir conforme estas palabras.  En Cristo Jesús.  Amén.

No hay comentarios: