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20 ene 2014

2 Juan 1:4-6

Me alegré muchísimo al encontrarme con algunos de ustedes que están practicando la verdad, según el mandamiento que nos dio el Padre.  Y ahora, hermanos, les ruego que nos amemos los unos a los otros.  Y no es que les esté escribiendo un mandamiento nuevo sino el que hemos tenido desde el principio.  En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos.  Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio.



En el tiempo que Juan escribía esta carta, existían distintas personas que estaban tratando de tergiversar el evangelio y sacar provecho del mismo.  Por esta razón, escribe sobre su alegría al enterarse que, dentro de todo ese alboroto y confusión, seguían algunos discípulos fieles en los mandamientos del Padre.  El día de mañana hablaré más del tema sobre los falsos maestros y aquellos que quieren utilizar el nombre de Dios para su propio beneficio.  Hoy voy a enfocarme en la importancia de mantenernos pegados a la palabra del Señor.  Juan les dice: no estoy escribiendo nada nuevo sino les estoy recordando lo que ya les había enseñado.  Ahora quiero que lo pongan en práctica.  ¿De qué sirve el conocimiento si no se pone en práctica?  Imagina conocer el sistema binario pero no utilizarlo para crear una computadora (ordenador).  ¡No tiene sentido!  Así mismo, no tiene mucho sentido llenarte de información “religiosa” para que al final tu vida siga igual.  ¡Ese no es el evangelio que estamos predicando!  El evangelio que predicamos es el de la renovación a través del Espíritu.  Una vez que has recibido a Cristo, tu vida no puede seguir igual.  Tu mente debe estar en proceso de transformación al igual que tus deseos y pensamientos.  Ahora tu prioridad debe ser: cómo agrado a Dios.  ¿Cómo puedo servir?  ¿Qué quiere Jehová transformar en mí?  Y la manera más sencilla de contestar estas interrogantes es a través del pasaje de hoy: amémonos los unos a los otros y pongamos en práctica los mandamientos de Dios.
Medita un tiempo en tu vida.  ¿Estás en paz?  ¿Tienes gozo?  ¿Te sientes seguro?  ¿Te levantas con ganas?  Si tristemente estás contestando de manera negativa, debes entender que no es culpa de Dios ni de alguien más sino tuya.  Tú eres el responsable de lo que pasa en tu vida.  Ahora, Dios utiliza las circunstancias para abrir nuestros ojos, doblar nuestro orgullo y, de esta manera, alinear nuestro corazón a su camino.  ¿Cómo amarnos los unos a los otros si cada uno busca su propio bien?  Imposible.  ¿Cómo buscar obedecer los mandamientos que Dios nos da si me importa más lo que yo quiero y lo que yo necesito?  Imposible.  Amarnos los unos a los otros nos da la perspectiva correcta.  No porque nos volvemos “buenos” sino porque dejamos de ser egocéntricos y nos volvemos Cristo céntricos.  Es una decisión sencilla pero el impacto es de gran alcance.  ¿Qué piensas hacer?  ¿Seguir como antes o decidir por Cristo?  Ahora, no pienses que al seguir como antes las cosas van a cambiar.  Todo lo contrario.  Mientras más pase el tiempo y no te alinees con el Señor, más difícil será tu corrección futura.

Oración

Dios: ahora entiendo que estás doblando mi orgullo para que pueda abrir mis ojos y poder estar en línea contigo.  Te pido perdón por mis pecados y por no buscar tu palabra ni tus mandamientos.  Te pido que transformes mi vida y deje de estar pensando en mí y ahora empiece a pensar primero en Ti.  Te pido que en mi corazón haya amor para con mi prójimo y en especial con mis hermanos.  Te pido que tu palabra sea luz a mi camino diario y que no me aparte en ningún momento de Ti.  Gracias mi Dios.  En el nombre de Jesús.  Amén

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