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5 mar 2014

Hebreos 2:16-18

Pues, ciertamente, no vino en auxilio de los ángeles sino de los descendientes de Abraham.  Por eso era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo.  Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados.



Seguir a Jesús no es nada fácil.  Creo que es probablemente lo más difícil que uno puede hacer.  Sin embargo, es continuamente gratificante hacerlo.  Obedecer.  Estudiar su palabra.  Entregar mi vida.  Aprender a morir a mi mismo y dejar que Él crezca y reine.  Cada una de estas experiencias, aunque contrarias a mis pensamientos, son de gozo y crecimiento inigualable.  ¿Cómo pensar que aquello que supuestamente te restringe termina liberándote?  Pues así es nuestro Dios.  Y vino a este mundo para auxiliarnos.  No a los ángeles.  No a los animales ni a las plantas.  A los humanos.  A todos aquellos que aceptamos su nombre.  Pero no termina ahí.  Su auxilio está basado en la entrega de su vida por ti y por mí.  ¡Aquí es donde se complica el seguirle!  Él quiere que hagamos lo mismo por nuestro prójimo y en especial por nuestros hermanos.  ¿Cuál es el parámetro?  Cristo.  ¿Qué debemos hacer?  Dejar de pensar tanto en nosotros, en lo que queremos, en lo que no tenemos, en lo que nos gustaría, en aquello que no nos gusta y así la lista se vuelve infinita.  Debemos comenzar a poner nuestra mirada en aquél que vino de lo alto para hacerse como nosotros y darnos la oportunidad de tener vida en abundancia.  Observar sus pasos y entender qué realmente tiene valor.  Mientras nosotros queremos riquezas, Él nos enseñó a abrir una cuenta de banco en el cielo.  Mientras nos preocupamos por qué comeremos o vestiremos él nos recuerda que así como tiene cuidado de su creación, tiene un especial cuidado de nosotros.  Mientras nos angustiamos y nos sentimos atrapados por situaciones que están fuera de nuestro control, Él nos recuerda que vino, murió y venció a la muerte.  ¡La muerte misma no pudo contra Él!  Si Él es con nosotros, ¿quién contra nosotros? 
Cristo vino a sufrir por nosotros.  Piénsalo.  No la pasó muy bien.  Sin embargo lo hizo.  Se entregó.  Obedeció al Padre.  Permaneció en Él.  Dejó todo para que la voluntad del Padre fuera su voluntad.  ¿Y tú dónde estás?  Si Cristo es tu Señor, debes estar imitando estos mismos pasos.  Él vino a auxiliarte y sacarte de la esclavitud al pecado y a la muerte.  Ahora ¿qué estás haciendo?  Él vino a soportar las tentaciones y hacerse sumo sacerdote de los que le seguimos.  ¿Tú que estás haciendo?  Por eso empecé diciendo lo difícil que es seguirle como realmente nos lo pide.  Hay que dejar la doble vida y tener congruencia entre lo que hacemos y decimos creer.  Dejemos de estar dando vueltas y posponiendo nuestra entrega al Señor.

Oración

Padre: gracias.  Mandaste a Jesús en mi auxilio sin yo merecerlo.  Gracias por ser fiel, misericordioso y socorrerme en las tentaciones.  Yo te entrego mi vida.  Sin restricciones.  Quiero que reines y que tus pensamientos y deseos sean los míos.  Te pido que pueda imitar a Jesús en todo lo que haga y mi vida sea de servicio a Ti.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén.

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