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5 ene 2015

Hebreos 13:13-14

Por lo tanto, salgamos a su encuentro fuera del campamento, llevando la deshonra que Él llevó, pues aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad venidera.



Si pensamos por un momento en lo que Adolfo Hitler logró en Alemania nazi, debemos aceptar que fue sumamente sorprendente.  La gente realmente pensaba que segregando a unos de otros crearían una raza superior que podría dominar al mundo.  De una u otra manera, imperio tras imperio, la superioridad de uno sobre el otro siempre sale a relucir.  Nadie quiere ser el aplastado.  Nadie quiere ser humillado.  Pienso que esto pudo ser el motor que arrancó la emoción en Alemania para pensar que podrían estar por encima de todos los demás.  Ahora, honestamente, a quién no le gusta la idea de la superioridad.  ¡A nadie!  Aunque seas una persona que no le interesa, estoy seguro que rápidamente te acomodarías a los lujos o placeres que pudiera conllevar esa diferencia.  ¿Pero para qué digo todo esto y qué tiene que ver con el pasaje de hoy?  Muy simple.  Cristo, siendo Dios, no se aferró a ello sino que se hizo hombre y murió de la manera más humillante de su tiempo.  Nada especial.  Nada único.  Murió a lado de dos criminales comunes y corrientes.  El Rey de reyes y Señor de señores.  El Creador de todo lo que vemos y lo que no vemos.  Aquél que merece toda la gloria se humilló de tal forma que resulta incomprensible.  Nos dice su palabra que lo hizo por amor.  Un amor incondicional.  Un amor infinito.  Los versículos de hoy nos animan a salir a Su encuentro y llevar la deshonra que Él llevó, entendiendo que no pertenecemos a este mundo sino al reino de Dios.  ¿Ahora puedes entender mejor la introducción?  En este mundo nos promueven la exaltación.  La fama.  El ser servidos.  El ser reconocidos y admirados.  Mientras tanto, Cristo, el que realmente sabe lo que es mejor para nosotros, nos dice que busquemos servir, que nos humillemos y le exaltemos sólo a Él, que amemos a nuestro prójimo incluyendo a aquellos que nos hacen daño pues ¿qué mérito tiene amar a los que nos aman?  Cristo murió fuera del campamento para hacernos entender que no hay religión que nos pueda llevar a tener comunión con Dios.  No hay ritos que seguir.  No hay comportamientos ni obras que realizar.  Hay que dejar atrás todo y morir a nosotros mismos para que Él tome el trono de nuestra vida y seamos reconciliados con Dios Padre.  Murió fuera del campamento para que nadie fuera excluido.  Así, cada uno de nosotros podemos entender que Cristo nos enseña a servir y a amar a todos sin excepción.  Deja atrás “el campamento” y deshazte de todo lo que este mundo te ha hecho pensar que necesitas.  Busca por el contrario, vivir con la deshonra de Cristo.  Humillado pero exaltando siempre al Padre.  Sirviendo sin importar que Él era el digno de ser servido.  Amando sin importar que no le amaran.  Perdonando aunque le estuvieran matando.  ¡Eso es llevar su deshonra!  Aunque para algunos esto suena a locura, para aquellos que le amamos y confiamos en Él, sabemos que es la mejor manera de vivir.  Sabemos que Pablo estaba pensando en esto cuando nos confiesa que ahora entendía la diferencia entre lo que tiene valor y lo que es basura.  ¡Seguir a Cristo es lo mejor que puedes hacer en tu vida!  Aunque vaya totalmente en contra de lo que estás acostumbrado.  Aunque parezca sumamente radical.  Confía en Él.  Él te ama y quiere solamente lo mejor para ti.  Si esto no te convence, piensa en cuántos errores has cometido al tomar tus propias decisiones.   Piensa en la falta de paz que tienes ante la incertidumbre.  Piensa lo efímeros que somos y cómo no podemos controlar absolutamente nada.  Por el contrario, Dios reina sobre todo lo que vemos y lo que no.  Él ha vencido a la muerte y todo lo puede.  ¿No te parece que es mejor confiar en Él que en nosotros mismos?

Oración
Padre: gracias.  Definitivamente no merezco tu amor y sin embargo lo derramas sin restricción sobre mí.  No merezco tu misericordia y me perdonas sin reclamar más.  gracias por la vida de tu Hijo Jesús quién me permite tener comunión contigo.  Te pido perdón por mis pecados y por mi falta de entrega a Ti.  Hoy entiendo que debo dejar atrás este mundo y sus ideas y seguir tu camino sin restricción.  No permitas que me estanque o mucho menos que vaya para atrás mi Dios.  Dame fuerza y discernimiento para seguir adelante y tener como meta el parecerme cada día más a Cristo.  Te lo pido Padre en el nombre de Jesús.  Amén.   

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