Vistas de página en total

7 jun 2021

Salmos 38:1-4 Jehová, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues en tu ira. Porque tus flechas me han atravesado, y sobre mí ha caído tu mano. Por causa de tu indignación, no hay nada sano en mi cuerpo; por causa de mi pecado, mis huesos no hallan descanso. Mis maldades me abruman, son una carga demasiado pesada.



Este salmo lo escribe el rey David quien le recordamos como un hombre conforme al corazón de Jehová.  Un ejemplo a seguir al que Dios le permitió reinar por 40 años y llenó de victorias, riquezas y tiempos de paz.  Ese mismo David, como tú y yo, pecaba.  En ningún momento fue perfecto.  Lo que lo separa del resto y, por ello aprendemos de él, es su deseo constante de servir al Señor y nunca apartarse de Él.  Sabía reconocer cuando se equivocaba y pedía perdón por lo que había hecho.  Este salmo es ejemplo de ello.  Sabe que pecó.  Sabe que Jehová no tolera el pecado.  Por esta razón, pide que Dios tenga compasión.  “No me castigues”.  “No me reprendas”.  Le dice a Dios.  Lo que me sorprende es cómo describe su situación: mis huesos no hallan descanso, mis maldades me abruman y su carga es demasiado pesada.  ¡Increíble!  ¡Cuando hacemos algo malo no hay forma de tener paz!  Simplemente no se puede tener paz mientras hacemos lo que no agrada a Dios.  Por más que pensemos lo contrario, no se puede.  Adán y Eva lo intentaron y fracasaron.  Inmediatamente sintieron pena y temor así que tuvieron que esconderse de Dios.  Zaqueo no podía ni acercarse a Jesús y por ello sube al árbol para siquiera poder verlo pasar.  ¡Su pecado no lo dejaba en paz!  David es una persona digna de admirar.  Tanto por lo bueno como por lo malo que hizo.  Lo bueno nos ayuda a entender lo increíble que es obedecer y servir al Señor.  Lo malo nos ayuda a entender las terribles consecuencias que tenemos cuando damos rienda suelta a nuestro cuerpo y damos la espalda al Espíritu.  Tal vez ahora estés atravesando una situación así.  Tal vez sabes que estás actuando mal y no puedes estar tranquilo.  También puede ser que hace tiempo que hiciste algo malo y nunca pediste perdón y, por esta razón, has venido arrastrando un lastre que no te deja estar en paz.  Lee el pasaje.  La biblia es muy clara.  El pecado siempre trae destrucción.  El pecado nos llena de cargas que nos aplastan y no podemos soportar.  Mientras que acudir al Señor, pedir perdón, pedir dirección y gracia siempre nos llena de paz, de sabiduría y gozo.  ¿Cuál quieres escoger?  ¡Ya no sigas dejando que tu orgullo te aparte de Dios y te aplaste como hasta ahora!  Mejor has esta oración y reconcíliate con el Señor.

 

Oración

Padre: Perdóname pues he pecado.  Muchas veces.  He preferido hacer caso a mis deseos sin importar que estén en contra de tu voluntad.  Vengo a Ti para pedirte perdón.  Por favor, ten misericordia de mi.  Que tu gracia se derrame sobre mi y pueda tener paz.  Te pido pueda vivir en tu gozo y dejar atrás esto que me aplasta.  En Cristo Jesús.  Amén.

5 comentarios:

José Alcalá dijo...

Muy interesante

Un Tiempo con Dios dijo...

Qué bueno que te gustó José.
no dudes en compartirlo.

Anónimo dijo...

Buen pensamiento para alguien q esté en pecado y alos hijos del rey nos da una ilustración para no caer en pecado y seguir buscando de Dios

Anónimo dijo...

Padre ha yudame a no seguir pecando tu eres un dios tan mara villoso y solo enti podemos creer

Un Tiempo con Dios dijo...

🙏. Amén