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16 abr 2009

Mateo 26:6-7

Estando Jesús en Betania, en casa de Simón llamado el Leproso, se acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras él estaba sentado a la mesa.


La reacción de los discípulos y en especial, Judas Iscariote (quien traicionaría a Jesús más tarde) fue de rechazo total. El relato de Juan nos explica que en específico, fue Judas quién argumentó acerca del desperdicio y mal uso del perfume.
Replicó que el dinero del perfume se pudo haber utilizado para darlo a los pobres. Sabemos ahora que Judas probablemente como administrador del dinero de los discípulos, robaba dinero para sí mismo. Aún así, quiso seguir con la hipocresía y falsa imagen de que en realidad se preocupaba por los pobres.
La reflexión de este versículo se encuentra en la reacción de Judas y los discípulos con respecto a la actitud de María ungiendo a Jesús con su más preciado perfume.
¿Qué se merece Jesús? ¿No merece mucho más que la unción con un perfume? ¿Cómo es posible que sus discípulos se indignaran o desaprobaran un acto de adoración puro hacia su Señor?
Si bien, somos humanos y nos equivocamos, no debemos olvidar la historia y seguir cometiendo los mismos errores una y otra vez. El ejemplo que más sobresale es el de Judas. Discípulo de Jesús. Pasó varios años a su lado y viendo los milagros que hacía. Escuchó directamente del Maestro las enseñanzas de la Palabra de Dios. Todo esto no sirvió para transformar su corazón y reconocer su pecado. ¿Y tú? ¿Has reconocido que eres pecador? ¿Has reconocido a Jesús como salvador? ¿Qué le has entregado a Jesús?
Jesús no solo merecía el perfume sino que todos se postraran y le adoraran. Probablemente la costumbre durmió los sentidos de los discípulos. La costumbre duerme nuestro entendimiento y trae nubes al discernimiento. Por esta razón siempre insisto en no hacer nada sin cuestionarse el por qué se está haciendo. Hoy en día, tú y yo nos podemos acostumbrar a nuestra rutina diaria y pasar de largo las bendiciones que Dios nos da en cada momento. A veces, la salud es lo primero que se nos olvida y lo recordamos hasta que nos enfermamos. ¡Entonces sí nos ponemos a pedir por la salud!
Hoy quiero animarte a meditar en esto: ¿Qué merece Jesús? ¿Qué estás dispuesto a entregarle? ¿Piensas que aquellos que le dedican mucho tiempo son “fanáticos”? ¿Estás consciente que no basta con escuchar de la Palabra de Dios, sino hay que ponerla en práctica? El perfume de María era sumamente caro. Ella lo tenía guardado como algo muy preciado. Sin pensarlo dos veces, se humilló ante Jesús y lo reconoció como lo más valioso e importante en su vida. Te animo a que, sin dudar, le entregues a Dios aquello que es lo más preciado para ti.

Oración
Padre nuestro: te pido perdón por mis pecados y te doy gracias por las enseñanzas de tu palabra. Te quiero entregar mi vida y ayúdame a entender que mereces mucho más de lo que te he dado. No permitas que la costumbre me haga olvidar que eres Señor y mi Salvador. Ayúdame a estar siempre agradecido y humillado. Te lo pido en el nombre de Jesús.
Amén

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