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29 abr 2009

Mateo 26:67-68

Entonces algunos le escupieron (a Jesús) en el rostro y le dieron puñetazos. Otros lo abofeteaban y decían: a ver, Cristo ¡adivina quién te pegó!




Si hacemos un poco de memoria, cuando Jesús es tentado en el desierto, sus tentaciones están relacionadas a la demostración o confirmación de que es Dios. Satanás le dice que convierta las piedras en pan; que caiga de las montañas para que Dios mande a sus ángeles y por último que puede gobernar sobre la tierra si se postra ante él. Jesús pudo soportar las tentaciones y salir adelante. Quién diría que eso era una preparación para otra prueba similar en la esencia pero más cruda en la violencia física: a ver Cristo, ¡adivina quién te pegó! En repetidas ocasiones le piden a Jesús demostrar su naturaleza divina. Le exigen que haga alguna señal y advierten que sin señal no creerían a lo que él dijera.
Por el contrario, tenemos pasajes en los que sin que le sea demandado el realizar alguna señal, Jesús realizó milagros. Pienso en la mujer que tocó su manto, o cuando está en la barca con sus discípulos y reprende los vientos y calma la tormenta.
Pareciera que Jesús tiene un patrón de comportamiento. Con aquellos que demandaban señales no hacía nada. Con los que reconocían que era el Señor y que si quería podría sanar o hacer lo imposible, siempre cumplía su voluntad.
Pero si algo sobresale aún más es que a pesar de todos los milagros que hizo, nunca enfocó la mirada a los milagros sino que daba gloria a Dios Padre.
Cuando sacó demonios de las personas, los demonios le llamaban Jesús el Hijo de Dios (mateo 8:29).
¿Si los mismos demonios reconocían a Jesús, por qué a nosotros nos cuesta tanto trabajo reconocerlo como Hijo de Dios? ¿Por qué demandamos señal a Dios para “ahora sí” ser diferentes? ¿Por qué no podemos creer sin restricciones, confiar sin limitaciones y tener una fe tan poderosa que mueva montañas?
Probablemente esté en nuestra naturaleza el dudar tanto. Tenemos dos ejemplos de personas en la Biblia: los que exigieron señales y los que creyeron. Los que se quedaron exigiendo y exigiendo, terminaron odiando a Jesús, le escupieron, lo golpearon y nunca pudieron ver la realidad.
Aquellos que decidieron creer, sus vidas fueron transformadas.
¿De qué lado quieres estar?
No dejes que siga pasando el tiempo para “ahora sí” comenzar a comprometerte con Dios. Cada día que dejas pasar, tu corazón se endurece más y más. Te animo a que vuelvas a leer el versículo y reflexiones. ¿No crees que has tenido reacciones similares ante Dios? ¿No le has reclamado y cuestionado el por qué hace o deja de hacer? ¿No te has molestado por que no escucha tus oraciones?
Piénsalo…

Oración
Señor: perdona si he tenido actitudes como las del ejemplo de hoy. Perdona que cuestione tu soberanía y que exija en lugar de pedir. Hoy quiero comprometerme a confiar y a permitir que Tú guíes y muestres en lugar de que yo exija y defina el camino. Te pido que escuches mi oración en Cristo Jesús
Amén

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