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23 nov 2010

Hechos 4:23-24

Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y ellos habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay…



Primero. Una vez puestos en libertad fueron con su congregación. No se pusieron a pensar en lo que debían hacer dadas las amenazas. No buscaron alternativas ni hicieron planes. A penas salieron del consejo y directamente se dirigieron a reunirse con sus hermanos en la fe. Excelente ejemplo para nuestras vidas. Por alguna razón, muy triste por cierto, cuando comienzan a suceder eventos a nuestro alrededor que no entendemos o que nos abruman, tendemos a tomar el camino solitario y decidimos alejarnos de todo por un tiempo. Pensamos que es lo mejor y que de esta forma podremos resolver personalmente nuestra situación y después podremos compartirla con alguien más. Hay dos principios para reaccionar así: el primero se llama orgullo. Piensas que nadie te puede entender, que tus problemas son más difíciles de lo que cualquier persona de la congregación te pudiera ayudar. Además, son temas personales y privados, no tienen por qué enterarse. El segundo es igual de malo: el subestimarse. Piensas que a nadie le importa tu situación y que no es tan importante como para que vayas con tus hermanos y les compartas lo que estás viviendo. Las dos tienen su origen cuando nos concentramos en nosotros mismos, en otras palabras, cuando somos egocéntricos. No te alejes de la familia en Cristo cuando las cosas van mal. Al contrario, debes permanecer lo más pegado posible como los apóstoles lo hicieron al salir del consejo. Inmediatamente se dirigieron con los suyos.
Segundo. ¿Qué hacer como hermanos en Jesús cuando alguien nos platica su situación? Nuestro deber no es dar una respuesta al problema. Leíste bien. No nos corresponde dar solución sino recordar que todo lo debemos entregar a Dios y Él se encargará. Al oír lo que Pedro y Juan les compartieron, su reacción fue dar gloria a Dios y ponerse en oración para entregar la situación y dejarla en manos del Creador. No buscaron una solución para las amenazas que habían recibido. Tampoco buscaron un método para compartir sin ser expuestos. Oraron y se encomendaron a Dios. Yo hubiera pensado en un plan para compartir a Jesús sin ser descubiertos y hubiera estado convencido de que era una buena idea, ¿cómo compartir si nos aprehenden a todos? Mejor hacerlo de una forma que no logren detenernos ¿no? Pues la solución de Dios no fue igual a la mía. Dejemos de luchar con nuestros planes intentando ponerlos por encima de los del Señor. Mejor entreguemos nuestra vida a Él y dejemos que nos muestre el camino.

Oración
Dios Padre: quiero dejar de pensar en mí y pensar más en ti. Quiero que mis planes estén en línea con los tuyos y mi vida sea de servicio a ti. Perdona que mi orgullo sea un estorbo en mi comunión contigo. Te pido que pueda aprender a valorar a mis hermanos en la fe y compartir con ellos mi vida. Me encomiendo a ti sabiendo que tú mostrarás el camino correcto siempre. En el nombre de Jesús
Amén

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