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10 nov 2010

Hechos 4:5,7

Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los maestros de la ley. Hicieron que Pedro y Juan comparecieran ante ellos y comenzaron a interrogarlos.



El estar frente a los gobernantes, ancianos y maestros de la ley no era algo de todos los días. Si pensaban que eras un traidor del imperio romano, podían quitarte la vida sin más preguntas. Además, al ser llevados presos, sus condiciones probablemente eran bastante deplorables.
Volvamos un poco a la escena que estaban atravesando Pedro y Juan. Mientras entraban al templo, se encuentran con un paralítico que les pide dinero. Al no tener qué ofrecerle, le dan lo que tienen que es el ser sanado en el nombre de Jesús. La gente se maravilla y Pedro comienza a predicar a Cristo a toda la multitud. Hasta aquí podríamos decir que su día ha sido increíble y lleno de bendiciones. Seguramente se encontraban contentos y animados por lo que estaba sucediendo frente a sus ojos. De repente, un grupo de personas distintas a las demás comienzan a aparecer entre la multitud. Eran los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo y los saduceos, enojados y furiosos por lo que estaban haciendo. Capturaron a Pedro y a Juan sin preguntarles nada. Sin más ni más fueron llevados presos a la cárcel. Parece que se terminaron las bendiciones del día de hoy ¿no crees?
Tal vez Pedro y Juan discutieron en la noche sobre lo que pasaría con ellos. ¿Qué haremos? ¿Cómo podremos salir? ¿No entiendo por qué estamos aquí si Dios estaba prosperando todo lo que estábamos haciendo?
Así son nuestros cuestionamientos. Unos días vemos las bendiciones de Dios y en nuestro rostro hay sonrisas y felicidad. Pensamos que todo será así y un día, sin que lo esperáramos, las cosas cambian. Nos “toman presos y nos meten a la cárcel”. Nuestros planes se derrumban. Nuestra esperanza se cae al suelo. Nuestra sonrisa se transforma en preocupación y agobio. ¿Qué pasó? ¿Qué hice mal? ¿Cómo puedo salir de esta situación?
Es necesario que en nuestra vida “comparezcamos ante el tribunal y las autoridades” como lo hicieron Pedro y Juan. Es necesario atravesar momentos difíciles y comprender que el plan de Dios es por encima del nuestro. Es en situaciones como ésta en las que nos humillamos y reconocemos los “ajustes” que le hemos hecho al camino que Dios ha trazado. Es aquí cuando reconocemos que no podemos más. Es con momentos así cuando caemos de rodillas ante Dios y pedimos por su paz, su amor, su consuelo, su bendición y sobre todo su dirección. Estoy seguro que los discípulos oraron pidiendo a Dios por lo anterior y que Él respondió.

Oración
Padre: perdona que cuestione tu plan en lugar de entender que es mejor que el mío. Perdona por pensar que cuando las cosas cambian es porque se han terminado tus bendiciones. Hoy entiendo que las situaciones que atravieso las utilizas para transformar mi carácter y mi corazón. Hoy te pido que no dejes de trabajar en mí y que pueda parecerme cada día más a Jesús. En su nombre te lo pido.
Amén

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