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4 oct 2011

Hechos 14:23-28


En cada iglesia nombraron ancianos y, con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en quien habían creído.  Atravesando Pisidia, llegaron a Panfilia, y cuando terminaron de predicar la palabra en Perge, bajaron a Atalia.  De Atalia navegaron a Antioquía, donde se los había encomendado la gracia de Dios para la obra que ya habían realizado.  Cuando llegaron, reunieron a la iglesia e informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos, y de cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles.  Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.



Ahora que están tan de moda los programas de la vida real o “reality shows”, esto que estamos viendo con los discípulos podría ser un excelente candidato para un nuevo show.  Viajando a distintas ciudades.  Siempre con escenarios diversos así como culturas.  En algunas ocasiones todo sale excelente pero en otras su vida ha sido puesta en peligro.  Así, poco a poco, día con día, nos iríamos dando cuenta de cómo Dios está trabajando desarrollando su plan.
De la misma manera se desarrolla nuestra vida.  Tenemos diversos acontecimientos.  A veces alegrías, a veces tristezas.  Nuevos retos.  Nuevos lugares.  Nuevas personas.  Pero hay días en los que simplemente te gozas por estar siguiendo al Señor y saber que estás en el camino correcto.  Así imagino a los discípulos en estos últimos versículos.  Habían pasado momentos sumamente difíciles y situaciones que jamás pensaron poder vivir para contarlas.  Pero ahí estaban.  Caminando.  Navegando.  Reuniéndose con los demás discípulos y fortaleciendo su fe.  Ahí estás tú también.  Sigues sin entender bien cómo el Señor se ha encargado de todo, pero no dejas de estar agradecido.
Algo que llama mucho mi atención es que al llegar a Antioquía, se dedicaron a compartir cada detalle de lo que había sucedido en sus distintos viajes.  Me hace pensar en lo bueno que es compartir nuestras experiencias y abrir nuestra vida a los demás.  Seguramente no contaron solamente los momentos fáciles y felices.  Estoy convencido que los intentos de lapidadas que recibieron, también fueron compartidos en esas pláticas.  Piensa en esto: por qué nos cuesta trabajo abrir nuestras experiencias.  ¿Por qué preferimos el anonimato y la soledad?  Mi primera respuesta sería para no exponernos a ningún tipo de crítica o juicio.  Preferimos callar y llevar nuestra vida de manera muy privada.  Si bien, no estamos exentos de encontrarnos con tales críticas, te animo a que reflexiones en las bendiciones que te estás perdiendo por no abrir tu vida espiritual a los demás.  Compartir lo que te sucede, tus miedos y tus alegrías con personas que te ayudarán y motivarán a seguir en tu peregrinaje con el Señor.  ¡Es lo mejor que podemos hacer!  Además, aunque no lo creas, tú vida sirve como testimonio y motivación para otras personas.  No minimices el impacto que puedes tener en alguien más solamente por abrir tu vida y compartir por todo aquellos que has atravesado y cómo Dios ha tomado parte en ello.

Oración
Señor: cuantas gracias te doy por siempre estar al pendiente de mí.  Te pido Señor que pueda aprender a compartir mis experiencias con los demás y que no dude del impacto que pueda causar.  Gracias en el nombre de Jesús.  Amén 

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