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2 abr 2012

Hechos 21:10-14


Llevábamos allí varios días, cuando bajó de Judea un profeta llamado Ágabo.  Éste vino a vernos y, tomando el cinturón de Pablo, se ató con él los pies y manos y dijo: Así dice el Espíritu Santo: de esta manera atarán los judíos de Jerusalén al dueño de este cinturón, y lo entregarán en manos de los gentiles.  Al oír esto, nosotros y los de aquel lugar le rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén.  ¿Por qué lloran?  ¡Me parten el alma! Respondió Pablo.  Por el nombre del Señor Jesús estoy dispuesto no sólo a ser atado sino también a morir en Jerusalén.  Como no se dejaba convencer, desistimos exclamando: ¡Que se haga la voluntad del Señor!


Estoy convencido que el Señor prueba y pule nuestros corazones.  Cuando escuchas su palabra, cuando te convences que necesitas de Él, cuando quieres que tu vida cambie y le pides que te transforme pues quieres obedecerlo, Él dice: muy bien, es hora de empezar a trabajar con tu corazón y quitar todo lo que estorba en nuestra comunión.  De repente, perdemos nuestro trabajo.  Caemos en alguna enfermedad.  Fallece algún ser querido.  Tenemos problemas con nuestra pareja o hijos.  En general, las cosas se empiezan a complicar.  ¿Qué pasa?  Te preguntas.  ¿Seguir a Cristo no es vivir mejor o más fácil?  La respuesta es: no como tú pensabas.  Cuando Pablo decidió en su corazón que quería agradar y servir al Señor, Él se encargó de pulir su corazón quitando absolutamente cada fragmento que estorbara en su comunión.  Tuvo que atravesar tantas cosas para llegar a decir, por el Señor no solamente estoy dispuesto a ser atado sino a morir...  En su encuentro con Cristo, al instante perdió la vista.  Al poco tiempo de empezar a predicar, recibió tal cantidad de pedradas que lo dieron por muerto.  Estuvo en la cárcel.  Fue golpeado.  Náufrago.  Humillado.  Azotado.  ¿Qué más podría pasarle?  Faltaba la muerte.  Y para este entonces, él estaba preparado para cumplir con su propósito y caminar por donde mostrara el Señor.  ¿En dónde estás tú?  ¿Solamente crees en Dios pero no quieres que se ponga a prueba tu fe y tu corazón?  ¿Quieres creer pero que todo siga igual?  ¿Te da miedo lo que pueda suceder?
Tristemente, muchos de nosotros nos espantamos cuando algo malo nos sucede y pensamos que debemos volver a lo que hacíamos antes en lugar de dejar atrás esa forma de pensar y caminar hacia adelante donde nuestro Señor está mostrando el nuevo camino.  Creímos en su palabra.  Pensamos que queremos seguirlo.  Pero cuando llega la prueba y el momento de comenzar nuestra transformación nos “echamos para atrás”.  Mejor no.  Todavía no estoy preparado.  Esto es demasiado para mí.  ¡Por supuesto que es demasiado para ti!  Justamente es lo que el Señor quiere enseñarte.  Debes aprender a entregarte y depender de Él.  ¿Se enfermó tu hijo?  Sabes, realmente no te pertenece.  El Señor te lo ha dado por un tiempo y quiere que lo instruyas en Su palabra.  ¿Perdiste tu empleo?  Tal vez tienes que aprender que el Señor es quien nos da el sustento que necesitamos.  No el dinero ni tu habilidad para generarlo.  Dios.  ¿No alimentó Dios a su pueblo de maná?  ¡Ni siquiera existía esa comida en el desierto!  ¿Te han vuelto a lastimar?  Debes seguir perdonando y amando a tu prójimo como a ti mismo.
Los discípulos se espantaron al escuchar lo que le acontecería a Pablo y, en sus buenas intenciones intentaron convencerlo de que no fuera a Jerusalén.  Así también podrás recibir consejos bien intencionados pero al final, el mejor consejo es el seguir el camino del Señor.  ¿Qué estás dispuesto a entregar por Él?  ¿Qué estás dispuesto a hacer por el nombre de Jesús?  Él te pide que entregues tu vida.  ¿Se la vas a dar o preferirás seguir por tu camino?  Sé que será difícil.  Dejarnos transformar no resulta nada fácil.  ¡Tenemos tantas cosas que estorban a nuestro Dios!  Pero sí sé que es lo mejor que puedes hacer.  Si no, no estaría aquí escribiendo esto.  No dedicaría ni un segundo de mi tiempo si no estuviera seguro que vivir para el Señor es la mejor decisión que puedes tomar.  No dejes que el miedo y la incertidumbre frenen tus deseos de servir.  Da ese paso de fe.  Dile al Señor que tienes miedo pero que primero quieres servirle.  Abre tu corazón y realmente descubre lo que hay en él.  Finalmente, deja que el Señor le de forma y trabaje para que sea similar al corazón de Cristo.
Oración
Padre Santo: tengo miedo.  Sé que debo cambiar muchas cosas pero no sé cómo ni qué sucederá si las cambio.  Sé que te necesito.  Sé que quiero obedecerte.  Yo te pido que me des fortaleza para seguirte y humildad para abrirte mi corazón y reconocer cuánta necesidad tengo de Ti y cuánto hay en mí que estorba en nuestra comunión.  Ayúdame a permanecer en Ti y a no volver atrás.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén 

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